lunes, 26 de agosto de 2019

NOSKI! RECOMIENDA

Fuente: Instagram de la autora.





(Editorial La tinta del Silencio, Ciudad de México) 

Es un acierto publicar Cerdo con monóculo, de la poeta jalisciense, afincada en Errentería, Sihara Nuño, en la colección "La nave insólita" de la editorial mexicana "La tinta del silencio"; y digo que es un acierto porque, efectivamente, se trata de un libro insólito: entre aforístico, ensayístico, memorialístico, poético, penetrando también en la frontera difusa de la micronarración. Es uno de esos libros de género transversal o libro "agénero", mestizo, que son, a fin de cuentas, los libros más interesantes (aunque produzca más de un dolor de cabeza a los críticos y a los libreros, que no saben a qué genero adscribirlo o en qué anaquel colocarlo). 
Ya nos tiene acostumbrados la autora no sólo a este tipo de libro híbrido (su excelente forma de aunar ciencia y poesía la ha convertido en una poeta de referencia, con una voz inconfundible, original y propia), sino también y sobretodo a los buenos libros (léase, por poner sólo un botón de muestra, su también reciente Anatomía, publicado en la Editorial Polibea); nos ha acostumbrado, en definitiva, a la buena creación literaria. Cada uno de los libros que ha ido publicando encierra un concepto, una idea bien precisa y construida, una estructura impecable y un proyecto global que obedece, en primera y última instancia, a su preocupación por lo humano. En este caso, en Cerdo con monóculo, se trata del transporte público (contextualizado en México pero que muy bien puede trasladarse a cualquier otro país). Casos o escenas, acontecimientos diarios y rutinarios que quizá pasen desapercibidos para la mayoría, pero no para una poeta atenta a una realidad compleja que la interpela (y circunstancia). Sihara Nuño, observadora tal haijin, fue anotando en el tiempo esas escenas (unas 3.000, por lo que parece), entregándonos ahora apenas una gavilla, un extracto significativo. Siendo el transporte, como decía, el motivo principal del libro (del cuadro, iba a escribir) hay escenas de todo tipo: desde las más realistas o costumbristas, casi captadas al modo fotográfico, como en Rómpase en caso de emergencia, que dice: Después de media hora el niño no ha dejado de llorar. Busco el martillo rojo que suelen colocar al lado de la ventana, pasando por otras de matiz histórico, como en La Niña, la Pinta y la Santa María: No encontraron las Indias, pero cambiaron la historia, o dejándonos en otras una muestra de la fértil imaginación de Nuño, como en Caso geométrico: Si buscas un atajo, no acudas al Triángulo de las Bermudas; algunas veces más vale llegar tarde. Así llegamos al casi centenar de escenas de un libro singular y, como decía al principio, insólito, que sólo podía salir de la pluma de alguien que sabe estar atento a la vida para trasladarla al papel con inteligencia y elegancia; un libro que sólo puede ser fruto de una gran escritora.


(Y antes de acabar, y a modo de paréntesis o posdata, Cerdo con monóculo se presentará en Errenteria el 7 de septiembre, sábado, a las 18:00, en el Mikelazulo. Yo no me lo perdería).



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