miércoles, 21 de agosto de 2019

EL FILÓSOFO QUE QUERÍA SER CIENTÍFICO Y DOMINAR EL MUNDO

El hombre, intérprete y ministro de la naturaleza, no extiende sus conocimientos y sus acciones más que en la medida en que descubre el orden natural de las cosas, ya sea por la observación, ya sea por la reflexión (...) La ciencia y el poder humano coinciden en todo y se orientan al mismo fin; es la ignorancia de la causa lo que nos priva del efecto; porque no se puede vencer a la naturaleza más que obedeciéndola; y lo que era principio, efecto o causa en la teoría, deviene regla, fin, o medio en la práctica (Novum Organum).

Tal vez la vida de Bacon, como se ha dicho más de una vez, no llegara a ser digna de un gran filósofo: intrigante, ambicioso político sin escrúpulos, ingrato, llegó a ser Canciller en 1618 para encontrarse con una acusación de corrupción en 1621 que le despojó de todo empleo y título honorífico. La misma ambición que le movió en los asuntos terrestres le condujo por los caminos del conocimiento. 

La época está marcada por el nacimiento de la revolución científica y el vertiginoso aumento de la actividad comercial como consecuencia del ensachamiento del mundo —América, África, Asia—. Él sabe que saber es poder. Los nuevos descubrimientos de todo tipo ofrecen nuevas posibilidades, pero Bacon es un realista a rajatabla y es consciente de que no será posible reconocer el objetivo final si se permanece estancado en cualquiera de los conocimientos particulares —física, astronomía, anatomía...—. Necesitamos elevarnos por encima de todos ellos para poder dominar el paisaje. La torre desde la que otear el horizonte, desde donde se establece la meta del conocimiento científico y donde se halla un método universalmente válido es la filosofía.

Posiblemente lo más interesante del pensamiento de Bacon, y lo que hace de él un contemporáneo, es que no separa el espíritu científico del espíritu técnico. La ciencia, el conocimiento de la naturaleza, es sinónimo de poder. Conocer la naturaleza es conocer las causas de los fenómenos. Asigna a este tipo de conocimiento el objetivo de extender el poder humano y de cambiar la vida. Es, incluso, visionario: El fin de nuestra institución es la expansión del Imperio humano hasta que realicemos todo lo que es posible. Volaremos como los pájaros y dispondremos de barcos para navegar bajo las aguas (Nueva Atlántida).

Sin duda, el aspecto más original, desde el punto de vista del pensamiento, y la que aparece comentada en todos los manuales, es el análisis que realiza de los distintos tipos de error, aquello de los fantasmas de la tribu, de la caverna, del foro y del teatro. De alguna forma anticipa el racionalismo kantiano y los estudios posteriores sobre la filosofía de la ciencia. Sin embargo, y sin quitarle ningún mérito como pensador, también exacerbó el antropocentrismo del que tanto trabajo nos está costando salir y que nos llevó a pensar que la naturaleza toda era el patio de recreo siempre a nuestra disposición para hacer cuanto quisiéramos.

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