miércoles, 7 de agosto de 2019

TOMI UNGERER


Si yo llegué hace unos días hasta este avión de juguete que cuelga impertérrito y evocador del techo de un museo, fue porque un amigo —gracias, Luis— me recomendó un libro. Del libro fui a la biografía. Allí me enteré de que su autor había nacido en la ciudad a la que me iba a dirigir dos días más tarde y de que en ella habían abierto hace una docena de años un museo para recoger y recordar su obra. Naturalmente, tenía que visitarlo. 

Tomi Ungerer (1931-2019) es, seguramente, mucho más conocido aquí por sus historias infantiles que por sus obras para adultos. Y probablemente también sea más conocido en Nueva York que en cualquier otra ciudad europea —exceptuando su ciudad natal—, pues fue allí donde desarrolló buena parte de su trabajo y donde consiguió prestigio internacional.

Ahora bien, si no tenéis muchos años —de treinta y cinco para abajo— o tenéis criaturas que están o han estado hace relativamente poco en la escuela, seguramente se os haga conocida la enigmática cubierta de este libro:



Sí, efectivamente, es Los tres bandidos, Hiru bidelapurrak, Els tres bandits, Os tres bandidos o como se titule en la multitud de lenguas a la que ha sido traducido este Premio Andersen 1998 a la ilustración. Sin duda, es su obra más internacional y reconocida. Tanto que hasta los contenedores de vidrio de Estrasburgo están decorados con sus ilustraciones. Un gesto que honra a la ciudad.


Y no dejéis de regalar esa historia un poco loca, conmovedora y fantásticamente ilustrada que comienza así: Había una vez tres feroces bandidos de anchas capas negras y altos sombreros negros. El primero tenía un trabuco, el segundo un fuelle lleno de pimienta y el tercero una enorme hacha roja...

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