jueves, 19 de agosto de 2021

LOS LIBROS TAMBIÉN ENVEJECEN

Es un hecho natural que los libros envejecen. Como las personas. Como cualquier otra cosa en el universo. Y no, no me refiero a la pérdida de color, ni a las portadas ajadas, ni al deterioro físico que puedan sufrir por uso inadecuado o, sin más, por el paso del tiempo. 

Esta Geografía universal está editada en 1966. Yo la adquirí como unos diez años después (tiene el precio grabado: 160 pts). Me ha hecho un gran servicio, al fin y al cabo ríos, montes y llanuras no tienen la costumbre de cambiar de sitio, aunque sí ha cambiado, y mucho, la configuración política de casi todos los continentes. Pero eso no es lo llamativo, aprendí hace tiempo que cuanto depende del ser humano es voluble y tornadizo.

En el capítulo dedicado a la geografía astronómica, apartado "satélites", se puede leer: El número de satélites conocidos asciende a 31: uno la Tierra, dos Marte, once Júpiter, nueve o diez Saturno, cinco Urano y dos Neptuno. Al parecer, Mercurio, Venus y Plutón son los únicos planetas que carecen de satélites. Me encanta ese "al parecer", humildad típica del verdadero lenguaje científico. Poco más de medio siglo de adelantos técnicos en la instrumentación para el conocimiento del espacio exterior ha dejado absolutamente obsoletos esos datos, excepto los que se refieren a la Tierra y a Marte. Actualmente, Júpiter tiene 79 satélites censados; Saturno, 82; Urano, 27; Neptuno, 14.

Y no solo eso, que en definitiva es bien poco, pues solo afecta a un conocimiento anecdótico y cuantitativo. La existencia de internet y la creación de contenidos accesibles a todo el mundo, nos permite estar al tanto de hallazgos casi de manera inmediata y con todo lujo de imágenes. Mi Geografía universal, que en su momento era un libro universitario, se muere de envidia ante una página infantil como Space Place, donde cualquiera puede ver imágenes en primer plano de mucho de esos satélites que hace unos años eran desconocidos hasta por quienes investigaban el universo.

Y es que las ciencias adelantan que es una barbaridad. Lástima que no vaya a la misma velocidad nuestro comportamiento individual ni como especie.

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