miércoles, 25 de agosto de 2021

GUIDO CAVALCANTI y el amor

Leí a Cavalcanti por pura casualidad. De hecho, este ejemplar me vino dado como pago por una ocupación. Tenía yo muchos menos años y a la vuelta de unos días que habíamos pasado fuera durante las vacaciones de navidad, la casa estaba llena de gente, de humo y de copas vacías por todas partes. La historia es más larga, pero no os la voy a contar aquí. El resultado final fue esta selección de poemas de un autor al que entonces desconocía totalmente.

Como ando enredado con los poemas de Dante y la amistad con Guido y su posterior ruptura aparece en los del uno y los del otro, en más de una ocasión he tenido que buscar el ejemplar para evacuar consultas.

Tanto ir del uno al otro y del otro al uno, al final he decidido promocionarlo un poco. Ya sé que no tengo ni la capacidad de Pound ni su influencia para poner de moda una lectura, pero me conformo con pensar que quizá algunas pocas personas lleguen a tener noticia de uno de los más firmes representantes del Dolce stil novo y, especialmente, para dar a leer por primera vez la excelente traducción que Juan Ramón Masoliver realizó de la que, posiblemente, sea la canción más famosa de Guido Cavalcanti. En ella se da respuesta a Guido Orlandi, poeta de influencia provenzal, que en un soneto se preguntaba qué era el amor.




Manda una hermosa si sabré decir
de un accidente asaz frecuente y fiero,
tan altanero que se nombra amor:
sirva esta glosa aun al que quiera argüir.
Mas sólo en gente de alta mente espero,
que a lo que infiero no es de mal oidor
que a mis razones dé cumplida audiencia:
sin ciencia y ordenado entendimiento
mal mi talento alcanzará a probar
dó aquél se posa y quién lo haga brotar,
qué serán su virtud y su potencia,
la esencia, sus efectos en aumento,
y el placimiento que nos le hace amar,
y si señal de sí brinde al mirar.



En esa parte en que el recuerdo aflora
toma su estado, perfilado, como
diáfano asomo en una oscuridad
que de Marte proviene y se demora.
Y ya creado, y bien nombrado, es pomo
de alma, así como real voluntad.
Surge al ver una forma que se entiende,
que prende en el obrar del intelecto,
señor electo, y hace allí afirmanza.
En tal lugar no teme malandanza,
pues no de cualidades se desprende,
y esplende en él un eternal efecto:
no cabe afecto, sólo contemplanza
ni se presta a ninguna semejanza.



No es la virtud , pero de aquella viene
que es perfección y afirmación de tal,
no racional pero sensible, digo.
No hay rectitud cuando a juzgar se aviene,
pues la intención como razón le val:
discierne mal en quién vicio es amigo.
De su poder suele seguirse muerte
si, fuerte, a la virtud tiene impedida:
la que convida a muy contraria vía;
no que a natura tenga antipatía,
mas si en aquel que al recto bien no acierte
revierte el no tener de veras vida,
que en su caída hurtóse a señoría,
digo otro tal del que en amor se enfría.




Muéstrase cuando el asimiento es tanto
que la natura en desmesura torna,
ni le soborna descansar ya más.
Llega mudando color, risa y llanto
y en mueca dura la figura exorna;
pronto retorna: así también verás
cómo en gente de precio asaz se embeba.
La nueva condición llama al suspiro
y al pasmo, en tiro a un blanco sin sosiego
que ira desadormece y torna en fuego
(ni lo puede pensar quien no lo prueba),
no aprueba a imán ceder de almo retiro
dándose un giro, ni que sea por juego;
poco le importa si uno es sabio o lego.



Tiene ahí su encaje aquel mirar gallardo
que al parecer nos da placer tan cierto;
ya no cubierto va, pués llegó adentro.
Nunca salvaje es de beldad el dardo,
bien que el temer niegue al querer acierto:
sólo halla puerto quien sufrió el encuentro.
Y conocer no es dado su semblante;
que amante, blanco está al dar en su mano;
así, es humano, forma no se ve,
y menos a quien tuvo en ella pie,
sin colores que lo hagan circunstante;
actuante entre las sombras, brilla en vano.
Y de antemano téngase por fe
que sólo de éste se obtendrá mercé.




Tú libre de cuidado ve, canción,
adonde gustes; pues tal vez ornada
que harto alabada sea tu lección
donde afición no excuse entendimiento;
con otra gente, mal habrás contento.

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