lunes, 5 de junio de 2023

LOA A LA TIERRA, Byung-Chul Han

Ejemplar del KM
Traducción: Alberto Ciria
De Byung-Chul Han, filósofo creyente, anticapitalista, nacido en Seúl y residente en Berlín desde hace bastantes años, he leído un par de libros. Esta Loa a la Tierra, la tenía apuntada hace tiempo para leerla y este fin de semana he podido dar buena cuenta de ella.

Comparto con Han la atracción por la naturaleza, la inclinación a refugiarme en el silencio y la fascinación por esos seres extraordinariamente delicados y profundamente bellos a los que llamamos flores. De esta Loa me gustan especialmente las reflexiones que acompañan a las descripciones de cada una de las plantas que cuidó durante tres años en su jardín ¿arrendado?, los textos generalmente poéticos que las acompañan —Hölderlin es el más citado—, y ese paseo por el tiempo, ineludible en un libro que tiene necesariamente la sucesión de estaciones como columna vertebral. También me gustan mucho las magníficas ilustraciones de Isabella Gresser.

En su obra Amor y conocimiento —tengo que leerlo—, Max Scheler señala que, "de un forma extraña y misteriosa", san Agustín atribuye a las plantas la necesidad "de que los hombres las contemplen, como si gracias a un conocimiento de su ser al que el amor guía ellas experimentaran algo análogo a la rendención. El conocimiento no es una ganancia, o al menos no es mi ganancia, ni es mi redención, sino la redención de lo distinto. El conocimiento es amor. La mirada amorosa, el conocimiento al que el amor guía redime a la flor de su carencia ontológica. el jardían es, por tanto, un lugar de redención (p 27). 

Este párrafo, en cambio, es un buen ejemplo de lo que en el texto me gusta y de lo que no comparto con el autor. El conocimiento, efectivamente, puede implicar amor; pero no siempre, ni mucho menos. Lo mismo que el conocimiento puede ser en muchas ocasiones una ganancia y estar esta ganancia en las antípodas de lo que podemos entender como ganancia en un sentido capitalista. Comparto, ya lo he dicho, la atracción por la naturaleza, pero no el resto de características románticas que recorren todo el texto. El famoso verso de Keats puede ser hermosísimo —La belleza es verdad y la verdad, belleza, pero no verdadero. Hay verdades que pueden helar el corazón, lo mismo que hay bellezas absolutamente falsas. La metafísica idealista no creo que ayude ni a entender el mundo ni a entendernos a nosotros mismos ni entre nosotros. 

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