Fuente: Wikipedia. |
COLOSOS DE MEMNÓN
El divino Amenhotep, hijo de Hapu,
jefe de los trabajos del faraón,
quiso manifestar su grandeza
en la magnitud de todas sus obras.
No dudó en servirse de montañas de granito
para el heredero de Ra.
Pero los siglos
y el imaginativo griego
alteraron la memoria de la piedra;
el viento y la arena del desierto
transformaron la fuerza del guerrero
y le dieron el don del canto
a la hora más tersa y hermosa del día.
Más tarde, los poetas del imperio inmortalizaron
su brillante voz.
Otro hijo del poder, de severo nombre
y exigua paciencia,
lo dejó mudo para siempre.
Casi tan poderoso como el omnipotente tiempo
resulta el peso de la huella que dejamos.
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