Llevábamos mucho tiempo sin una traducción de la poesía completa de Keats y la editorial Almuzara, a través del trabajo de José Luis Rey, nos ha regalado esta elegante edición bilingüe, que apareció a finales de abril. Para alguien que no posea la edición de Libros Río Nuevo de 1978 (o su posterior integración en Ediciones 29), esta es, sin duda, su oportunidad.De la tríada central del romanticismo inglés, John Keats es el que a mí más me gusta, aunque no cuando escribe largos poemas narrativos —en ese aspecto Byron es superior—, sino cuando utiliza el poema breve. Composiciones como "Oda a un ruiseñor", "Oda a una urna griega", "Oda a la melancolía" o "Al otoño", son, sencillamente, maravillosas.
De esta edición, de la que me gusta mucho el papel elegido, el tipo de letra y hasta la presentación de la cubierta, echo de menos un índice de títulos y otro de primeros versos. No es que sean estrictamente necesarios, pero ayudan mucho en la labor de búsqueda, y resulta difícil entender que una poesía completa carezca de ellos.
Os dejo la traducción de la de la urna griega, pura belleza:
ODA A UNA URNA GRIEGA
I
¡Oh tú, intacta novia de la tranquilidad!Tú, niña amamantada por Silencio y Tiempo,
silvana historiadora, que relatas
una historia florida más dulce que mi rima:
¿qué leyenda de hojas ha hechizado tu forma
de dioses o mortales, o de todos,
en Tesalia o los valles de la Arcadia?
¿Qué hombres o qué dioses son los tuyos?
¿Qué doncellas? ¿Qué meta? ¿Qué lucha por huir?
¿Qué gaitas y timbales? ¿O qué salvaje éxtasis?
II
Son dulces las canciones que escuchamos,
pero aquellas no oídas son más dulces aún:
por tanto, sonad, gaitas; mas no para el oído,
tocad para el espíritu melodías sin tono:
hermosa joven, tú, que bajo árboles
jamás dejarás ya de cantar tu canción,
ni tampoco los árboles han de perder sus hojas;
y tú, valiente amante, jamás has de besar,
tan cerca de tu amada —pero no te lamentes;
ella no se marchita —aunque tú no la alcances,
¡la amarás para siempre y siempre será hermosa!
III
¡Ramos, ramos felices! Jamás os desharéis
de las hojas, jamás
diréis adiós a tanta Primavera;
¡feliz músico quieto y sin cansarte,
cantando para siempre canción nueva!;
¡y el amor más feliz! ¡el más feliz amor!
Amor siempre presente y siempre cálido,
suspirando por siempre y siempre joven;
dejando atrás la gran pasión humana,
la que deja dolido el corazón,
abrasada la frente y la lengua tan seca.
IV
¿Quiénes son los que vienen a hacer el sacrificio?
Misterioso oficiante, ¿hacia qué altar verde
traes el corderillo que se inclina ante el cielo,
adornada su piel con las guirnaldas?
¿Qué pueblo junto al mar o junto a un río?
¿Qué montaña con una ciudadela pacífica
quedó deshabitada esta misma mañana?
Oh pueblo, ya tus calles para siempre
se quedarán desiertas; ni un alma ha de volver
a decirnos por qué estás desolado.
V
¡Ática forma! ¡Qué bellas posturas!
Qué mujeres y qué hombres de mármol
entre ramas de un bosque y pisando la hierba;
¡tú, forma tan callada, que excede el pensamiento
como si fueras tú la eternidad!
¡Oh fría pastoral! Y cuando el tiempo
destruya esta generación humana,
tú permanecerás, aliviando el dolor
ya de otros, amiga tú del hombre,
y a la humanidad toda le dices:
"La belleza es verdad y la verdad, belleza,—
amigos, he aquí todo cuanto hay que saber".
Es Keats uno de los poetas que con mayor insistencia buscó —y lo logró— expresar la belleza del mundo en los detalles más insignificantes que nos rodean y, junto con la belleza, el refugio y consuelo que la poesía nos puede proporcionar, tal y como nos lo recuerda el primer verso de la "Epístola a George Felton Mathew": ¡Oh qué dulce placer nos dan los versos!
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Путин, немедленно останови войну!