jueves, 9 de febrero de 2023

EL MUNDO COMO OBRA DE ARTE, Frank Wilczek

Ejemplar del KM
Un Keats y un Newton que se escucharan mutuamente podrían oír cantar las galaxias.
                                                      R. DAWKINS

He aquí un libro indispensable para quien guste de la divulgación científica bien hecha, esté convencido o a medio convencer de que la belleza existe y de que una explicación, sea cual sea, gana en belleza y profundidad cuanto mejor combine los conocimientos procedentes de la ciencia, del arte y de la filosofía. 

El mundo como obra de arte es un fascinante viaje por los hallazgos más destacados que el conocimiento humano ha realizado hasta la fecha desde la aparición de la ciencia contemporánea, esto es, la que corresponde a los siglos XX y XXI. Eso incluye incluye lo más extraordinariamente ínfimo —partículas— y lo más grande que podamos pensar. Y todo eso para intentar contestar la pregunta inicial que se formula Wilczek, Nobel en 2004: ¿Encarna el mundo ideas bellas?, ¿Es el mundo una obra de arte?

En cualquier caso, no es Wilczek el primero en acudir a la idea de belleza para explicar el mundo. Einstein o Dirac ya se sumergieron en ella, seguramente porque crearon teorías y fórmulas que toda la comunidad ha descrito posteriormente como extraordinariamente bellas. De hecho, Dirac decía aquello de que la belleza matemática era casi una religión.

Y para responder con solvencia y elegancia a la cuestión de la belleza el autor no tiene ninguna dificultad ni reparo en acudir, por ejemplo, a Platón, Aristóteles, Descartes, Russell, Whitehead, Brunelleschi, da Vinci, Blake, Keats, Galileo, Newton, Maxwell, Faraday, Einstein, Noether o Dirac. Leer textos con semejante capacidad de fusión y síntesis es uno de los placeres más grandes que nos puede dar la divulgación, equiparable al del texto creativo.

Seguramente Picasso no estaría de acuerdo con Wilczek, pues afirmaba que no existía la belleza y odiaba el juego estético entre ojo y mente al que decía que jugaban los mandarines que la apreciaban. Él solo amaba u odiaba algo —¿Amaba el Partenón, pero era incapaz de apreciar su belleza?—. Es lo que tienen las afirmaciones pasionales del arte. Solo admiten la adhesión incondicional o el rechazo absoluto. Excluyen toda racionalidad. Tanta pasión puede matar la belleza... y la verdad. Prefiero a Wilczek, que además de apreciar la belleza enseña a reconecerla en multitud de objetos, espacios, acciones y pensamientos.

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2 comentarios:

  1. Bueno, que a Picasso no le gustase demasiado la belleza en el sentido clásico del término está en consonancia con su obra. Lo suyo era "otra clase de belleza".

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  2. Resulta difícil saber a qué se refería exactamente Picasso cuando decía cosas como esa o estas otras: "Para mí no existe pasado ni futuro en el arte. Si una obra de arte no puede vivir siempre en el presente no ha de ser tenida en cuenta en absoluto". Parece una clara referencia al arte clásico. Por otra parte, dejó muchas pruebas de su admiración por el hacer de, por ejemplo, Velázquez y otros muchos muchos "clásicos".
    Yo más bien tiendo a pensar que era su concepción romántica del artista como genio y la idealización consiguiente lo que le llevaba a realizar declaraciones de ese cariz.

    Un saludo y gracias por dejar aquí tu reflexión.
    Jesús.

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