lunes, 27 de febrero de 2023

BYRON EN CASTELLANO (una selección)



Como aconsejaba Van Dorenal leer a Byron, conviene ser selectivo. No toda su vasta obra poética conserva la frescura que le vieron los lectores de antaño. Tal vez lo mejor sea comenzar con alguna antología e ir después profundizando en la obra. Pero cada persona tiene sus gustos y costumbres, y tampoco está mal lanzarse de golpe e impregnarse del autor hasta hartarse... o quedar prendido de su encanto. 

Don Juan es su obra mayor y última, tanto que está inacabada. Nada que ver con el Don Juan de Zorrilla o el de Tirso. La de Cátedra es una edición crítica —yo echo de menos unas cuantas notas más— y, por lo tanto, bilingüe y con estudio introductorio. En este poema épico-narrativo aprovecha para ofrecer su visión del mundo, proyectarse en el personaje y hasta para poner a caldo a los poetas de su terruño con los que no compartía gustos ni manías. Unos 16.000 versos y multitud de aventuras. El lord no era lo que se dice lacónico.

Librerías.

La publicación en 1812 de los dos primeros cantos del Childe Harold —son cuatro— le convirtieron inmediatamente en el poeta más famoso de Inglaterra. Más asequible que el anterior por su extensión, nos cuenta los viajes y reflexiones de un joven aburrido de su patria, él mismo. El corsario fue el poema que inspiró a Espronceda para componer un pirata bastante más breve y, por eso mismo, más intenso. 


Estos son, posiblemente, sus dos poemas dramáticos más famosos —escribió ocho—, más satánicos y más legibles en la actualidad. La que aquí aparece es una edición crítica de gran calidad y muy cuidada. Se recoge, incluso, la respuesta de W. Blake al Caín de Byron: El fantasma de Abel (1822). Entre iconoclastas rebeldes y heréticos andaba el juego.


Para este tiempo de picoteo y cambio rápido de lectura o de pantalla, cualquiera de estas dos antologías van muy bien —ambas se encuentran fácilmente en las librerías—. Ofrecen una buena selección de la obra lírica breve. Ambas son bilingües. La de Visor ofrece una pequeñísima muestra del Childe Harold y del Don Juan. La de Alba, el poema largo La visión del juicio (tremendo ajuste de cuentas con R. Southey al más puro estilo quevediano, incluso redactó un prefacio firmado como Quevedo Redivivus. Ahí es nada).  


 Ya tenéis Byron para entreteneros.

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