sábado, 30 de enero de 2021

SANTA RITA, un delicioso cuento de Kate Apeatu

—¿Qué os apetece hacer hoy, niños? —preguntó tras haberse presentado.

A Rita la habían contratado ese curso para ser la tutora de quinto de primaria del colegio Nuestra Señora de los Milagros. Plantada en medio de la clase con su eléctrica melena de rizos dorados, su cuerpo menudo y unos expresivos ojos color azul cielo, invitaba a sus nuevos alumnos a preguntar, a participar.

A los alumnos de quinto de primaria ningún profesor les había formulado esa pregunta antes. Los pilló por sorpresa. Así que se quedaron pasmados, sin saber muy bien qué responder.

—Si no se os ocurre nada mejor, ¿qué os parece si salimos al patio e intentamos trepar a ese enorme roble que he visto junto al campo de fútbol? Y después…, como todavía hace calor y el suelo está seco…, podríamos hacer una exhibición de volteretas y acrobacias sobre la hierba.

Los niños se miraron los unos a los otros como si hubieran visto un extraterrestre cabalgando sobre un unicornio. No podían creer que una profesora les estuviera proponiendo un plan tan absolutamente extraordinario. Pero, en seguida, se sacudieron la sorpresa de encima, encendieron sus sonrisas y se pusieron en marcha para disfrutar de la primera de muchas mañanas alucinantes con su nueva maestra.

A la mañana siguiente, Rita volvió a sorprenderlos:

—No soy muy amiga de los libros de texto. Son, en su mayor parte, aburridos, por no decir insufribles. Y uno de mis lemas es “¿Leer? Siempre por placer, por la mañana o al atardecer”. O sea que, a partir de ahora, podéis dejar los tochos de Lengua, Matemáticas, Historia y demás asignaturas en casa, porque no los vamos a utilizar. Vuestras pobres espaldas lo agradecerán.

—¿Y cómo vamos a aprender si dejamos los libros en casa? ¿Se sabe usted todos los temas de memoria? —preguntó Pablo, uno de los alumnos más disciplinados de la clase.

—Pablo, ¿verdad? Tutéame, por favor. Y no, no tengo todo el temario almacenado en la memoria, pero no te preocupes. Vamos a aprender muchísimas cosas, especialmente sobre temas que os puedan interesar. Para empezar, hoy os he traído un artículo súper emocionante sobre la última expedición en busca del monstruo del Lago Ness. Estoy segura de que al final del día descubrirás que tu conocimiento se ha enriquecido sustancialmente ¡Y sin necesidad de aburrirte soberanamente!

Rita ilustró muchos de los puntos del artículo con diapositivas, vídeos cortos, canciones e incluso fotos. Y así, ese día, los niños se trasladaron mentalmente a Escocia. Caminaron por sus frondosos valles y colinas, llamaron a las puertas de sus imponentes y misteriosos castillos y se asomaron con vértigo y curiosidad a sus escarpados acantilados. Rita les contó apasionantes leyendas sobre hadas, fantasmas, islas mágicas e incluso una pareja de caníbales. También aprendieron sobre gastronomía escocesa y sobre algunos de los hitos más importantes de su historia.

El tercer día de clase, Marina, quien era la más reflexiva e inquisitiva del grupo, no pudo contener más su curiosidad y disparó:

—Rita, eres tan diferente a los demás profesores… Nunca había conocido a un profesor ¡qué digo! a un adulto tan divertido, amable y alegre como tú. Y me intriga mucho. Sé que es una pregunta muy rara y quizás no tengas la respuesta, pero ¿por qué?, ¿cómo eres así de estupenda?

—Verás, Marina, la cuestión es que, a diferencia de muchos adultos, nunca he olvidado a la niña que fui. Vive dentro de mí, en una estrecha colaboración con la mujer en quien me he convertido. Y de pequeña, como alumna, me aburría como una ostra en el colegio. Siempre hacíamos las mismas actividades, de la misma manera. Todo consistía en aprender parrafadas de memoria, repetirlas como loritos y hacer muchos, muchísimos deberes. Apenas nos quedaba tiempo para jugar. Los días se me hacían larguísimos, interminables. Mientras los profesores soltaban sus chapas, se me ocurrían un montón de cosas divertidas que podríamos hacer y sobre las que podríamos aprender en clase, pero yo solo era una niña y no tenía ni voz ni voto. Por eso, cuando terminé el instituto, decidí estudiar magisterio en la universidad para convertirme en maestra. Para poder hacer como profesora lo que no pude hacer como alumna.

Durante los siguientes meses, Rita y sus alumnos leyeron un sinfín de textos de lo más variado, que a los niños siempre les resultaban tremendamente interesantes y entretenidos. En más de una ocasión, incluso acabaron llorando de la risa.

Uno de los más divertidos fue "Román, cuestión de bellotas". Trataba sobre un cerdo de raza ibérica que se había convertido en el primer cerdo futbolista de la historia. También les encantó "El atlas de las maravillas escondidas", gracias al cual supieron de la existencia de las prodigiosas Cataratas de Chocolate Caliente, ubicadas en la más remota espesura de la selva amazónica. El Atlas también contenía información sobre la indómita montaña Dwumbuzu, donde las diferentes especies animales que la habitaban habían formado una alianza para impedir que los humanos la colonizaran y saquearan sus riquezas ¿Y cómo olvidar a los Siempreverde? Una milenaria y misteriosa tribu de América del Sur que había construido un poblado invisible en las copas de los árboles.

Leyeron de todo: cuentos, relatos, leyendas y canciones. A veces, Rita les traía algún cuento curioso, siempre de una cultura diferente, porque sostenía que era necesario abrir la mente y el corazón al resto del mundo. Otras veces, elegía un tema y entre todos inventaban una historia. Cuando los notaba un poco cansados o desanimados, sacaba la artillería pesada: el karaoke.

En las lecciones de ciencias, realizaron un buen número de experimentos de toda índole, desde cultivar varios tipos de hongos y bacterias a intentar diseñar y montar un robot humanoide. Intentaron armar un pequeño cohete y fabricar chicle. No con todos sus proyectos obtenían el resultado esperado, pero nunca faltaban la diversión y el aprendizaje.

Siempre que se lo permitían, sacaba a sus alumnos al patio o a la calle y, en un par de meses, habían hecho más salidas y excursiones que en todos los cursos anteriores juntos. Fueron al Palacio de Nieve y a la Cascada de los Valientes. Visitaron el Museo de los Juguetes Antiguos y Modernos, la fábrica de helados del pueblo vecino y la escuela para futuros magos y artistas. Disfrutaron de una deliciosa caminata por el Parque de las Ardillas Voladoras y salieron de acampada no en una, sino en dos ocasiones.

Sin embargo, lo que más gustaba a toda la clase, con diferencia, era una asignatura que Rita bautizó como “Bienestar”. Según ella, esta asignatura era la más importante de todas, la única que era indispensable aprobar. Durante las lecciones de Bienestar se dedicaban a charlar sobre sus inquietudes, sus sueños y preocupaciones. Si alguien se sentía triste, enojado, inquieto, avergonzado…, tenía la oportunidad de compartirlo con el grupo. Si se había producido alguna riña entre compañeros, o alguno de los alumnos había tenido un conflicto en casa, entre todos intentaban buscar una solución. Rita les enseñó a ponerse en el lugar del otro, a escuchar con atención y sin prejuicios y a prestar atención a los sentimientos propios y ajenos. Siempre salían de esa clase con una gran sensación de calma y confianza.

Algunas tardes lluviosas, Rita llevaba un par de bolsas repletas de chucherías, se saltaba olímpicamente el horario y se dedicaban a ver películas o a contar chistes y anécdotas.

Los alumnos de Rita saboreaban hasta el último segundo que pasaban en la escuela. El momento más amargo de la semana llegaba el viernes a las cinco de la tarde, cuando sonaba el timbre que anunciaba el final de la jornada escolar. Nunca un fin de semana se les había hecho tan largo.

Desafortunadamente, no todos apreciaban la labor de Rita del mismo modo en que lo hacían sus alumnos. El resto de los profesores del colegio criticaban sus métodos e ideas. Aseguraban que los alumnos no podían estar aprendiendo gran cosa sin libros de texto ni deberes. Y decían que los juegos, salidas y demás pamplinas distraían a los alumnos de lo verdaderamente importante y alteraban el orden del centro. Con estas y otras quejas, acudían periódicamente al despacho de la directora.

A la presión del profesorado, se sumaban la desconfianza y el descontento de los padres más estrictos, quienes estaban convencidos de que el hecho de que sus hijos se lo pasaran tan bien en el colegio no podía ser una buena señal. Simplemente, no podían concebir que la educación y la diversión fueran de la mano.

De este modo, pocos días antes de las vacaciones de Semana Santa, la directora llamó a Rita a su despacho para comunicarle la decisión que se había visto forzada a tomar: ese sería su primer y último curso en Nuestra Señora de los Milagros. El curso siguiente no la volverían a contratar. No podían poner en riesgo ni la reputación del centro ni el porvenir académico de los alumnos.

Aunque estaba profundamente apenada por la noticia, Rita no permitió que la tristeza y la decepción la hundieran. A la vista del cambio que se avecinaba, debía aprovechar el tiempo que le quedaba en la escuela. Aún dedicó más entusiasmo, mimo y amor a preparar e impartir sus clases.

En la última evaluación del curso, todos los alumnos de quinto y sexto de primaria de todas las escuelas del estado debían completar la prueba ENECP. Esta consistía en unos exámenes de ciencias, matemáticas y lectura, y tenía como objetivo medir el rendimiento de los alumnos para evaluar la calidad educativa de los diferentes centros.

Aunque no habían realizado ni un solo examen a lo largo del curso, los alumnos de quinto de primaria no perdieron los nervios al enfrentarse a la prueba. Su querida maestra había estado practicando con ellos unas efectivas técnicas de meditación y relajación al inicio de todas las clases de Bienestar.

Al cabo de un par de semanas, llegó al colegio un sobre certificado. La directora casi se cae de culo al leer la información que contenía. Eran los resultados de la prueba ENECP ¡Los alumnos de Rita habían alcanzado unas puntuaciones muy superiores a las de los alumnos de sexto! Pero ahí no acababa la cosa ¡Habían logrado una de las mejores puntuaciones de todo el estado! Sin creer lo que estaban viendo sus ojos, se puso en contacto con la agencia encargada de evaluar y emitir los resultados para advertirles de que debía de haberse producido algún tipo de error en el proceso de corrección. No había habido ningún error. Los datos eran correctos, le aseguraron.

Tras varios días de intensa reflexión, la directora convocó a Rita a su despacho de nuevo. Esta vez, Rita no salió del mismo apesadumbrada, sino con una agradable sensación de calor que palpitaba en su pecho: la directora le había informado sobre la excelente ejecución de sus alumnos en la prueba ENECP; se había disculpado sinceramente por haber puesto en duda su valía como profesora; y le había pedido, rogado, que siguiera impartiendo clases en el colegio; es más, quería que fuera la nueva coordinadora de primaria y que enseñara al resto de profesores “el método Rita”.

Sin poder contener su alegría, Rita fue hasta su clase dando saltitos y haciendo piruetas por los pasillos para compartir con sus camaradas (sus alumnos, por supuesto) las maravillosas noticias.

En pocos años, Nuestra Señora de los Milagros se convirtió en un centro de referencia para las escuelas de primaria de todo el país. Y las ideas y sueños de una niña que no se conformó con aburrirse aprendiendo cambiaron la visión y las prácticas en educación para siempre.

2 comentarios:

  1. Kate, tu cuento me ha encantado y me ha recordado muchas cosas de la escuela:
    Aprendizaje, amistad, respeto, esfuerzo, colaboración, empatía, disfrute...
    Rita y sus alumnos tenían todas estas motivaciones para seguir.
    Rita disfrutaba preparando sus clases con el objetivo de que sus alumnas y alumnos, se convirtieran en personas que encontrasen su camino con ilusión, independientes, fuertes, solidarios, creativos, luchadores y con ganas de aprender de todos y de todo siempre. Igual que ella aprendía todos los días de sus alumnas y alumnos y con ellos.

    Un abrazo, tesoro.

    Juana Gonzalez

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  2. ¡Querida Juana! Los profesores de Belasko me enseñasteis que la escuela es un espacio para encontrarse y para crecer a todos los niveles, sobre todo y ante todo, como persona. Muchas veces la memoria me lleva de viaje a aquellos tiempos y pienso en lo afortunada que fui de caer en vuestras manos.

    Un abrazo enorme.

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