sábado, 12 de diciembre de 2020

MARÍA ELENA HIGUERUELO

 He conocido la obra de María Elena Higueruelo gracias a la biblioteca del Koldo Mitxelena, donde hace algún tiempo encontré El agua y la sed. Pocos días antes de que comenzara Cosmopoética pude leer Los días eternos. Esta concatenación de encuentros con esta joven y magnífica poeta culmina, por el momento, al ver que también figura en las jornadas sobre poesía joven, organizadas por el programa de radio La estación azul y del que mañana colocaré aquí las tres sesiones.

Además de su poesía, que es por lo que está aquí, me encanta el oxímoron con que se define en su cuenta de Twitter: racionalista romántica, ¡bien!

Os dejo un par de poemas. El primero pertenece a la colección premiada con el Antonio Carvajal de 2015. El segundo, con el Adonáis 2019.
      

EL ÁRBOL

Una persona que no soy yo
vive en mi cuerpo pensando
constantemente y sin descanso
en una persona que no eres tú,
pues yo me enamoré del árbol
en un momento exacto
que el tiempo ya ha barrido
y ahora ese árbol no existe,
igual que no existe este,
porque es otro árbol más grande
sentado en las mismas raíces.
Bullen en mi mente pensamientos,
maldigo a Heráclito y su río
y no veo forma de escapar
de un lugar que ya se ha ido.
Cuando caiga el árbol, quizá
encuentre por fin la salida
y pueda señalar entonces
el anillo preciso y certero
en el que en los años venideros
me quedaría yo atrapada.
 


BIOGRAFÍA CERO

Ningún mal aquejó mi vida hasta la fecha;
no hubo guerras que asolaran la niñez,
ni en el hogar hambre o carencia.
No hubo epidemias, ni violencia, ni sangre;
asomó siempre el amor en cada gesto,
sobrio, como la ternura en cada palabra.
No hubo tragedias naturales:
no bailó el viento, no se abrió la tierra,
no clavó el agua en nuestras casas sus fauces.
No hubo traumas infantiles; no al menos
de los que poder culpar a nadie
—la inocencia es un apéndice
que el tiempo se encarga de herir—.

De dónde entonces la tristeza,
me pregunto, provenía si no acaso
del pecado temprano de buscar
antes de que madurara el día
el remoto origen de las cosas:
la descendencia de los hijos de Adán,
o ser el sueño de un gigante,
o integrar la ficción en la vida
y padecer en la carne tierna
la pena que nadie entiende, sufrir
en baja voz del culpable el castigo,
o llorar indefensa la pérdida
en alta mar del objeto sagrado.

Pagar deben los hijos de Occidente
con el desprecio de los hermanos
del padre la custodia; sea
         esa la deuda y este el legado:
una soledad inexplicable e inmensa
que se traduce en la misma cosa
que en el ángel la cruenta guerra:
el mismo miedo difuso,
la misma ira repentina,
las mismas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar
.

Y ahora disfrutad del vídeo de Cosmopoética en el que leen sus versos la joven María Elena Higueruelo y, después, una de nuestras poetas de mayor proyección internacional en la actualidad: Raquel Lanseros.

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