sábado, 26 de diciembre de 2020

EL IRIS SALVAJE, Louise Glück

Editorial

EL IRIS SALVAJE


Al final del sufrimiento 
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte 
lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol 
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir 
como conciencia, 
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.

Traducción: Eduardo Chirinos.


En este poemario nos encontramos con varias voces: la del mundo vegetal (básicamente flores, pero no solo); la de la persona a la que se dirigen las plantas y que podemos entender como la propia de la poeta (en los poemas que llevan por título Maitines y Vísperas); y la de un dios del jardín, un dios creador que responde en poemas que llevan por título sustantivos vinculados con el tiempo (meses, momentos del día...) o con el clima. La  naturaleza, su propio jardín, sirve a Glück para hablarnos del dolor y de la superación. La renovación de la vida en la naturaleza como metáfora para salir adelante, para vencer obstáculos, resiliencia. 

Ya no recuerdo dónde lo leí, pero cuando la matanza de Newtown (2012), alguien llevaba ese poema "El iris salvaje", que leía y releía, porque era lo único que le servía para afrontar tanto horror. Lo necesitaba como el náufrago necesita la tabla a la que asirse para aguantar en medio del agua. La poesía como remedio, como consuelo. He aquí una evidencia. A la autora de esta precisa y preciosa colección de poemas parece que le sirvió para superar una ruptura. A nosotros, para comprender un poco mejor al ser humano solo y desvalido. Otra evidencia.


LA AMAPOLA ROJA


Gran cosa
carecer
de mente. Sentimientos:
oh sí; ellos
me gobiernan. Tengo
un señor en el cielo
llamado sol, y me abro
para él, le muestro
el fuego de mi propio corazón, fuego
igual que su presencia.
¿Qué podría ser tal gloria
sino un corazón? Oh hermanos y hermanas,
¿fueron como yo alguna vez, hace tiempo,
antes de ser humanos? ¿Se permitieron
abrirse una sola vez, ustedes
que nunca volverían a hacerlo? Porque en verdad
estoy hablando ahora
como lo hacen ustedes. Hablo
porque estoy destrozada.

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