lunes, 9 de septiembre de 2019

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Editorial


En muchos de los cuentos de Chéjov, cuando lees el primer párrafo, no puedes creer que solo hayas leído un párrafo. Brevedad, concisión y claridad. Nada es superfluo. Unas pocas lineas te sitúan en el escenario, ante los personajes y la trama. Todo esta ahí en esas pocas palabras. Pocos escritores pueden hacer esto.

Es como abrir el pequeño frasco y liberar la buena esencia. Como dice un dicho ruso "risas a través de las lágrimas", sonrisas y emociones se suceden sin estridencias por sus cuentos. Sabe sobre lo que escribe; como él mismo decía "la mentira en un cuento es mucho más aburrida que en una conversación". Es genial en lo que no dice, te invita a rellenar esos silencios, a crear con él.

Resulta fácil identificarte con alguno de estos personajes, tan piadosamente descritos, generalmente, pequeños, corrientes, vulnerables. Tras su lectura, tienes la sensación de haber vivido una experiencia veraz, creíble, nada fantasiosa y, tal vez por ello, fascinante. Aunque Chéjov no es nada moralizante, con sus cuentos parece que has aprendido algo. Aún más, diría que es terapéutico, tiene algo de balsámico, tal vez por eso Harold Bloom lo definía como "el más sutil psicólogo dramático que ha existido desde Shakespeare".


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