lunes, 23 de septiembre de 2019

ZUBIETA RECOMIENDA




Autor: Hugh Macdonald


Editorial: Acantilado

ISBN: 978-84-17346-94-2.


En tiempos de triunfos para la mediocracia, rodeados de alardes de banalidad en casi todos los frentes, qué mejor que aprovechar para reivindicar, en estas breves líneas, proyectos y catálogos como los de editorial Acantilado, que este año celebra su 20º aniversario. Aventuras intelectuales, iniciada aquí por el tristemente desaparecido Jaume Vallcorba, que son joyas de la corona del mundo editorial, ejemplo de coherencia, calidad y compromiso con la cultura, con la gran literatura, o con grandes ensayos que raramente pueblan el ecosistema libresco o las mesas de novedades.

Salvo por excepciones como Acantilado, o como las magníficas editoriales Fórcola o Turner, los melómanos (de la música clásica) estaríamos casi huérfanos de grandes ensayos musicales. Son ellas las encargadas de recuperar obras clásicas o editar el trabajo de críticos, músicos o directores de primer nivel. Y éste que hoy tenemos entre manos, es uno de esos caprichos que hacen las delicias de los amantes no sólo de la música, sino, como veremos, de la historia.

Lo que el musicólogo británico Hugh Macdonald pretende con su Música en 1853 es, como él mismo indica, una “biografía horizontal” de la música: invertir el proceso [de las tradicionales biografías individuales] y recorrer la vida de varias personas a lo largo de un breve lapso, en este caso un período de unos diez meses que encajarían más o menos en el año 1853. Con ello consigue nada menos que situarnos en un momento clave de la historia de la música, con un grupo de compositores que, como bien cita rememorando las palabras de Shakespeare, “atravesaban el estrecho mundo como colosos”.

Pero ¿por qué 1853? En ese año “Chopin, Mendelssohn y Donizetti habían muerto, pero Berlioz, Liszt y Verdi se encontraban en el apogeo de sus facultades, Wagner se disponía a realizar una hazaña extraordinaria, y una nueva generación, representada por Brahms, estaba dando sus primeros pasos hacia la fama”. Ya tenemos presentados a los grandes protagonistas del ensayo, nada menos que seguir los pasos de Brahms, Liszt, Wagner, Berlioz, y otro pilar clave, el matrimonio Schumann.

Sólo por este elenco ya merecería la pena entrar en él, pero es que además este año es clave para entender el gran cisma que se produciría, en esa década de 1850, en la música alemana y europea, que enfrentaba, por cuestiones musicales, estéticas, filosófico-políticas y personales, a las corrientes y sensibilidades del tardorromanticismo y la tradición clásica con lo que se daría en llamar la Nueva Escuela Alemana, liderada por los poemas sinfónicos y búsquedas de Liszt y por el gran coloso de los dramas musicales, el controvertido Wagner. Casi nada.

Sin poder entrar aquí en más detalles, y dejando al amante que busque esta belleza en su librería de guardia, no queremos desanimar a los que vean en todo esto un “ladrillo” de erudición musical para iniciados. No, para nada, este ensayo divulgativo está pensado no sólo para entrar en cuestiones musicales, sino que es un fresco maravilloso de la historia de un tiempo, el fresco de los grandes acontecimientos y vida cultural de la Europa del XIX, de sus procesos políticos —como la reunificación alemana y otras revoluciones nacionales—, tecnológicos —como el ferrocarril— y económicos —la configuración del gran entramado burgués de un capitalismo a toda máquina—, pero también de la microhistoria, recorriendo los grandes salones de los más exquisitos balnearios europeos, los gustos cotidianos de sus protagonistas, los amores prohibidos y las pasiones en una sociedad cambiante, o los detalles de los ambientes culturales de las grandes capitales y pueblos del continente.

Si con todo ello no conseguimos, al menos, tentaros y destacar el valor de este tipo de estudios, y el doble valor de editarlos, me doy por derrotado en mi más importante labor como librero: la selección y rescate de entre la avalancha de novedades, la recomendación detallada y el apoyo a los buenos catálogos y editores, poniendo en valor la gran tradición cultural desde donde, queramos o no, seamos consciente o no, construimos nuestro futuro y nuestra sociedad.

Pero dejémonos de épicas, y vayan a sus librerías, hablen con sus libreros de confianza, y encuentren todas esas maravillas que les están esperando. Felices lecturas.


Adolfo López

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