De Julián Ríos no sabía practicamente nada, excepto que era el responsable, junto con el propio O. Paz, de una fantástica antología de textos del mexicano que durante los años setenta tenía casi siempre a mano. Me refiero a Teatro de signos/Transparencias.
Larva fue un auténtico bombazo en su momento. No había medio especializado que no hablara de ella. La Enciclopedia Británica la saludó como la prosa más perturbadoramente original del siglo, en el 23º Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana se le dedicó una mesa redonda bajo el título de Diálogo a dos voces con Julián Ríos, y el mismísimo Carlos Fuentes estuvo influido por su prosa como se puede comprobar en los juegos verbales de su novela Cristóbal Nonato.
Larva es una obra que nada tenía que ver con el panorama literario peninsular de aquel momento. Tampoco hoy. Decididamente vanguardista, el autor supo componer un texto de transtextualidad gozosa y divertida, ingenioso y disparatado en su polilingüismo, ricamente caótica y deudora de la mejor tradición europea que va desde Rabelais hasta James Joyce. Es, sencillamente, una fiesta de la palabra.
Esta obra constituye uno de los ejemplos más evidentes de que la literatura se hace con palabras y de que hay mucho tipos de literatura. La que aquí tenemos no es la que se ocupa de contarnos una gran historia, sino la que teje una red de palabras cuya historia es ella misma, una auténtica babel para la festiva noche de San Juan, donde la larva se nos revela con su significado originario como máscara y espectro.
Si os gustan las experiencias fuertes y las palabras que viven fuera de los diccionarios, no lo dudéis, haceos un favor. Esta noche de Don Juan en las calles de Londres tiene que ser vuestra.
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Os dejo las dos primeras páginas en este enlace.
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