"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
Chicho Sánchez Ferlosio fue un poeta y cantautor singular, apenas conocido por el gran público, pues sus canciones las interpretaban otros cantantes y poca gente suele leer la pequeña letra de los créditos que aparece en la contraportada de los discos. Era hermano del famoso escritor Rafael S. F. e hijo del dirigente falangista Rafael Sánchez Mazas —la novela Soldados de Salamina está inspirada en él—. Tal vez su más importante y desapercibido éxito fuese cuando en 1964 grabó con un magnetófono en una de aquellas viejas cintas un puñado de canciones y el escritor amigo Alfonso Grosso se la llevó a Estocolmo. Allí las trasladaron a un disco de larga duración bajo el título de Spanska motståndssånger. Por si acaso—eran tiempos de Franco—, el nombre del autor no fue incluido. El caso es que la gente pensó que eran temas populares de la época de la Guerra Civil. Y así fue pasando el tiempo, componiendo multitud de letras, canciones y poemas que otros subían a los escenarios o grababan en discos. Entre ellos podemos encontrar a Rolando Alarcón, Joan Baez, Soledad Bravo, Víctor Jara, Quilapayún y, por supuesto, a sus amigos Amancio Prada y Joaquín Sabina. Chicho murió en 2003. Cinco años después, su compañera Rosa Jiménez, Lisi F. Prada y Francisco Cumpián, con la ayuda de Jesús Munárriz, sacan una recopilación de sus creaciones bajo el título de De Chicho: Canciones, poemas y otros textos. Ahí se pueden encontrar textos en colaboración con Munárriz, con Alberto Pérez, y los ya famosos Hoy no me levanto yo (p 79)
La naturaleza dice a todos los hombres: os he hecho nacer a todos débiles e ignorantes, para vegetar unos minutos sobre la tierra y abonarla con vuestros cadáveres. Puesto que sois débiles, socorreos mutuamente; puesto que sois ignorantes, ilustraos y ayudaos mutuamente. Aunque fueseis todos de la misma opinión, lo que seguramente jamás sucederá, aunque no hubiese más que un solo hombre de distinta opinión, deberíais perdonarle: porque soy yo la que le hace pensar como piensa. Os he dado brazos para cultivar la tierra y un pequeño resplandor de razón para guiaros; he puesto en vuestros corazones un germen de compasión para que os ayudéis los unos a los otros a soportar la vida. No ahoguéis ese germen, no lo corrompáis, sabed que es divino, y no sustituyáis la voz de la naturaleza por los miserables furores de escuela (pp 85-86, cap. XXV). El Tratado sobre la toleranciaparte de una injusticia (la condena a muerte del comerciante protestante Jean Calas). A partir de ella realiza una reflexión sobre la necesidad de dar prioridad a la moral ante cualquier dogma religioso, porque solamente los critérios éticos podrán resolver con justicia las diferencias surgidas de las distintas posiciones teológicas y políticas. Durante toda su vida y a lo largo de toda su obra, Voltaire no dejó de defender con pasión el uso de la razón para combatir todo dogma, prejuicio o superstición. La luz de la razón debía iluminar el oscuridad y acabar con cualquier tipo de fanatismo. Tal fue la energía empleada en este trabajo que, en Francia, el "siglo de las Luces" llegó a conocerse como el "siglo de Voltaire". El ingenio vivo y el estilo fresco del autor no era el que se necesitaba para establecer un sistema filosófico a la manera de Kant o de Goethe; sin embargo, era una herramienta muy capaz y muy válida para desarrollar ideas que llegaran a todo el mundo en forma de pensamientos, aforismos, cuentos, cartas, obras de teatro o diccionarios. Su excelente capacidad comunicativa unida a sus extraordinarias dotes para la sátira y el humor fueron muy efectivas. Ni tan siquiera sus ideas eran originales, procedían de Locke, de Newton o de Bayle; pero nadie como él para crear lemas y hacer ver las contradicciones que se escondían dentro de las costumbres, creencias y dogmas diversos. Y nos llama a ser intolerantes solo y exclusivamente contra la intolerancia. Mientras tanto, pensad por cuenta propia y dejad que los demás disfruten del derecho a hacer lo mismo. Leer a Voltaire es un regalo; practicar su pensamiento, una necesidad.
Entre lo que se explica en un manual de bachillerato y la realidad suele haber una enorme distancia. Ni el espacio ni el tiempo disponible permiten otra cosa que no sean prácticos esquemas para ofrecer una idea general. En los manuales da la impresión de que los ilustrados formaban una piña y de que compartían las mismas ideas que posteriormente se irán extendiendo. No se habla del "partido devoto" ni del "partido filosófico", no se menciona la corriente radical ni la moderada, no se alude a las diferencias entre jesuitas y jansenistas. No se nombran muchas cuestiones porque si no los textos dejarían de ser manuales. Y aquí es donde leemos esa divertida y burlona historia llamada Cándido y empezamos a darnos cuenta de que hay muchos matices detrás del capítulo que los manuales habían dedicado a la Ilustración. Durante la primera mitad del XVIII el ambiente intelectual y filosófico es, en general, optimista. La razón es capaz de explicar muchas cosas y da la impresión de que la humanidad va a ganarle la partida al pesimismo. Ni tan siquiera se había manifestado el posterior enfrentamiento entre Iglesia y philosophes. Dios estaba presente en todos los instantes y sus criaturas gozaban de una auténtica libertad. El catecismo anuncia a los niños que hay Dios y Newton se lo demuestra a los sabios (Voltaire, Diccionario filosófico). Digamos que uno de los asuntos cruciales de la filosofía y de la religión —el problema del mal— parecían resueltos. Dios es bueno, Dios es omnipotente y el mal estaba muy matizado, pues vivíamos en el mejor de los mundos posibles (Leibniz, Pope, Fénelon). El fanatismo jansenista se encontraba dominado. Pero en esto va la Tierra y se pone a temblar. Primero en Lima (1746), luego en Lisboa (1755). El mal se manifiesta y Voltaire abandona la candidez anterior para ofrecernos un relato que resulta ser la expresión más cabal del cambio de actitud. Si leemos la novelita como un debate de ideas, podemos reconocer en Cándido a Voltaire y en el maestro Pangloss a Leibniz. Así, la lección que nos ofrece el autor es la siguiente: las enseñanzas de Pangloss/Leibniz no sirven para enfrentarnos con la realidad, el auténtico aprendizaje es el que se desprende de la experiencia, y aunque los argumentos impecables del maestro no llegan a refutarse, se hace necesario abandonar el sueño metafísico que una y otra vez es contradicho por la realidad. Si la intención del autor fue exponer de forma novelada un profundo debate de la época, Cándido puede leerse con toda ingenuidad y disfrutar de su frenético ritmo narrativo, de la prosa impecable, de los personajes carentes de profundidad psicológica para resaltar mejor la lógica exterior de los sucesos, de la inagotable comicidad de las situaciones por las que pasan el protagonista y su maestro. Al fin y al cabo, el más alto representante de la Ilustración y de la tolerancia ha encontrado en esta obra su mejor portavoz como defensor de una vida reconciliada con el mundo a través de la amistad, la sencillez y el trabajo razonable.
Con esta entrada doy por terminado el relato de mi paso por Expoesía. Hay más títulos, más nombres y más anécdotas, pero no es conveniente agotar la información, ni tampoco la paciencia lectora de la gente amiga.
Shoji Harikae, Maiko Maeda, Norberto Nosti, Sousai Inada, Ángela Merayo y Vicente Molina —información biográfica en el catálogo de la exposición—conforman el grupo de artistas que entablan el diálogo entre oriente y occidente, que eso es lo que la exposición pretende mostrar y sobre lo que quiere que reflexionemos: cómo adentrarse y manifestar el lado más espiritual del ser humano desde formas y expresiones distintas.
Shoji Harikae
La relación se percibe rápidamente entre los artistas japoneses y Ángela Merayo o Vicente Molina. Hay una aspiración, bien sea a través del trazo, bien por medio del gesto o el color, a encontrar la esencia de lo humano, como un impulso místico que nos lleva por el lado más subjetivo del ser a la búsqueda eterna de aquello que somos o creemos ser.
Maiko Maeda
Ángela Merayo
Más aún, en el caso de Vicente Molina su mismo quehacer realista deja bien a las claras cuál puede ser su filiación espiritual y su conexión con la mística cristiana de la literatura clásica española.
Vicente Molina
Más difícil veo sentar a la misma mesa a Norberto Nosti, a quien percibo mucho más cerca de la poesía conceptual y del juego irónico de la poesía visual que de la meditación trascendental. Pero no seré yo quien niegue ninguna posibilidad, ningún camino y ninguna estética para averiguar quiénes somos y hacia dónde vamos.
Museo de la clase obrera no ofrece una lectura fácil ni inmediata. Como bien señala Emilio Torné en el texto de las solapas, el desafío a los pedestales de la gramática no tiene intención de simple voladura sino que fundamenta la indagación poética que, a partir de los fragmentos y las pavesas, tiende nuevos puentes volátiles hacia la revelación. Bajo la presencia tutelar de Rimbaud, se evoca críticamente a las vanguardias (nunca su nostalgia y menos su reverencia), lo que aquí poco tiene que ver con el irracionalismo, antes bien con un pleito a la razón descriptiva, con una incursión en los límites del lenguaje que son, bien es sabido, los límites del conocimiento. Ante este tipo de poesía tenemos dos opciones: dejarnos llevar por la sugestión de las palabras y quedarnos en la superficie de la impresión primera, o bien, arrastrados por esa primera impresión, indagar en la multitud de alusiones, nombres propios, juegos metafóricos, suntuosidad de las imágenes y armarnos de razón poética para terminar confluyendo en el río solidario al que las palabras nos arrastran. No es tarea cómoda y exige participación y entrega por parte del lector, pero la experiencia es mucho más rica y satisfactoria. Ante la complejidad de la escritura de J. C. Mestre, la ausencia de puntuación y la utilización de la prosa poética, he optado por el escaneo en lugar de la transcripción para evitar erratas y garantizar una lectura fiel. Si el tamaño de la letra os resulta pequeño para leer en pantalla, podéis acudir aquí y ampliar cuanto sea necesario. En cualquier caso, un texto no es el libro, que se me antoja más necesario que otros en su lectura completa.
Tal vez todo esto se perciba un poco mejor si se tiene en cuenta la poética que dejó redactada para Las afinidades electivas:
Solo hay un acto, escribió Malraux, sobre el que no prevalecen ni la negligencia de las constelaciones ni el murmullo eterno de los ríos: es el acto mediante el cual el hombre arranca algo a la muerte. Lo difícil tal vez resida en poder vivir hasta su últimas consecuencias la vida del poema, escribirlo viene después, anotar lo inexpresable de aquella conjura contra el tiempo, hacer materia de memoria la experiencia de vida del que vive tal como le gustaría ser recordado. La vida, ha escrito mi amigo Jorge Riechmann, carece de sentido sin resistencia al mal. Muchas veces me he preguntado qué otro sentido podría tener hoy la poesía que no fuese la fundación de un acto, ya nuevo o reiterado, de conciencia, palabras sin dueño en la república de los borrados, de aquellos que conscientemente han renunciado a ejercer todo derecho que implique alguna forma de autoridad artística sobre los demás. En esa oscuridad resisto, de esa voz sin boca me alimento. Oigo voces, eso es todo.
Soria no es solo poesía y río Duero, desde hace tiempo siempre acompañado gracias a sus magníficos paseos. Soria no es solo la magia de San Juan del Duero y el encanto de San Saturio y los álamos del río. Soria, bien lo sabe quien allí ha estado, tiene múltiples y variados atractivos. De cuantas piedras añosas tiene la ciudad repartidas por sus calles, a mí las que más me gustan son las que dan forma a la portada de Santo Domingo. Es una imagen que me conquistó cuando la vi por primera vez en un manual de bachillerato. Desde entonces es la plasmación del románico en mi imaginario particular. Reconozco que hay otras portadas que acumulan más méritos, que tienen más lustre y más títulos estético-técnicos para ocupar posición tan cimera. Incluso las hay con legendarias historias y subyugantes leyendas, a las que soy tan apegado. Pero esta es "mi" portada, mi fetiche románico, mi ídolo de piedra tallada, la primera, a la que puedo quedarme mirando durante mucho tiempo sin enterarme de su paso. Podría entretenerme describiendo el equilibrio de líneas rectas y curvas, de la conjunción de arquillos ciegos y terso muro de piedra labrada, de la ajustada dinámica entre elementos constructivos y decorativos, de la exacta proporción de sus medidas, de los círculos concéntricos de su abocinado rosetón, del excepcional pantocrátor, de la admirable plasmación iconográfica que puebla sus arquivoltas, pero todo eso no sería nada más que justificación académica. Se trata de seducción y esa es puramente subjetiva.
Santo Domingo de Soria, mi poema románico favorito.
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PS: No dejéis de ver la fotografía ampliada de las arquivoltas de la portada que hay en Wikipedia. Un auténtico lujo de fotografía.
La sorpresa más agradable de todas cuantas recibí a mi paso por Expoesíafue cuando Juan Carlos Mestre, en la presentación de su libro Museo de la clase obrera, nos advirtió—cito de memoria, pero creo que esas fueron las palabras exactas— "y aquí tenéis el nombre de un poeta que no debéis olvidar, si no queréis arrepentiros". Y a continuación soltó el nombre y nos indicó que la persona a quien correspondía estaba allí mismo, sentada entre nosotros, y señaló el lugar. Efectivamente, al lado de su madre, y a tres sillas de distancia, en la misma fila donde se sentaba Amancio Prada, estaba Mario García Obrero, quince años recién cumplidos y flamante ganador del XIV Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande. Antes de que la admonición de J. C. Mestre nos sorprendiera a todos, ya me había fijado en él, porque desde que él había ocupado su asiento, minutos antes de que empezara la presentación, había sacado un cuadernito apaisado y un bolígrafo, y se había puesto a escribir. Supongo, ahora, que algún verso o alguna idea que no quería que se le escapara, y quedara perdida en el tumulto de la memoria. O, tal vez, algún dibujo, pues también practica la pintura. O quién sabe si ambas cosas. No he podido encontrar el poemario, ni tan siquiera acudiendo al Catálogo de Publicaciones de la Universidad Popular José Hierro donde ha sido editado. Tendré que dominar la impaciencia. De todas formas, como internet es una gigantesca hemeroteca, aquí tenéis uno de los poemas y un vídeo en el que miembros del jurado —de Cuenca, Elguero y Mestre— leen algunos de sus versos.
He estado sobre los cristales de este mar tras el inevitable indicio de las gaviotas una bañera pregona destinos. Escarabajo negro, amor
un grillo que afina las clavijas agrestes de la palmera el mar calma la ferviente mirada de hombres y lobos sobre toneladas de densidad sigue habiendo caracoles.
Era el aire un volcán y el soneto de lluvia gorgorea en el Olimpo.
Aquellos tan arriba que ni les llueve
solo envían estatuillas de mujer sin mariposas y la esquela de otoños que guarda el río.
No Nino, el mar es libre desde lo pequeño follaje sin otoño alguno rompe cuando empujas un atisbo más de gravedad la razón de filósofos griegos y poetas románticos recostados sobre París.
El mar es libre de la manera en que un niño comprende astros y cosmos.
Y la noticia del premio en algunos medios de comunicación: La Vanguardia, El Mundo, Radio 3, Cadena Ser y La Senda Radio, la radio escolar del propio instituto en el que estudia. Leed y oíd las que queráis, pero no os perdáis la última.
De entre las varias presentaciones de poemarios a las que asistí en Soria traigo hoy la correspondiente a la poeta Ana Galán, de vocación tardía, como ella misma dijo, y de voz sosegada y clara. Desnudez del hilo está articulado en torno a cinco apartados, todos ellos nombrados con un tipo de fibra textil y un color: lana roja, yute negro, algodón encarnado, angora azul y lino granate. Son los hilos metafóricos con los que vamos construyendo nuestras vidas y a los que ella atribuye un simbolismo más o menos universal donde intervienen la calidad de la fibra y el significado del color. Así, por ejemplo, mientras en yute negro nos vamos a encontrar con los poemas más pegados a la dura realidad del dolor cotidiano y de la injusticia social, en algodón encarnado podemos leer los poemas relacionados con el amor en sus múltiples formas. De entre los 55 poemas, acaso el que mejor recoge los "hilos" con los que se ha ido construyendo el itinerario biográfico de la autora sea el primero. Seguro que más de una persona se siente identificada, aunque solamente sea por relación generacional. TEJIDO EN TRES TIEMPOS I Sutil la filigrana de entretelas que entramaba tejido. Nutría un mar oscuro y suave hasta enfilar el túnel a la luz donde el aire secó mi cuerpo anfibio. Presa del algodón quedó la piel. Faldón de encaje contra el agua fría, tiempo de bautizar, de la imborrable cruz que el dedo ajeno señaló con óleo. Vichí a cuadros o flores enlucían los juegos más felices, la niñez diseñaba urdimbre propia. Vestida de organdí y blanco tul, nueva cruz en la sinrazón de los siete años. Sotanas de escondidos pliegues y monjas pájaro del almidón, nos zurcían la culpa en lo más hondo. Tiraron hasta el punto de rotura, el miedo sin dedal. Nos igualaron el vestir: corbata de ahogar lo femenino, negra tela enclaustrando la piel virgen. La infancia se iba descosiendo en cada paso al pensamiento en veda. II Estrené quince años de organza rosa y piel charol. Abrochaba botones en los libros, iba de fiesta por algún ojal, la duda recortada en el pecado. El vaquero teñido en rebeldía, a toda letra, fue el camino a la libertad no apto a las bestias grises que filtraban cruceta en nuestra espalda. La señal de aleteo en el amor era aprender a hilar a oscuras. De crepé y azahar el nuevo lazo juntó los hábitos del matrimonio. Largo de tiempo el nudo se aflojó una mañana de violetas. III Hoy toco aguja diferente, todo lo hilvano en claro libre. Pongo lupa en la trama si quiero rojos al atardecer. Puedo soltar vestido cuando me gana el tono de ternura. Si el sol barre el color de mis tapices, caigo rota en el punto. Negro en viscosa o seda fría si es que aprieta la soledad. Sigue siendo el denim de los vaqueros, el tejido que más se adapta. Aún me viste de rebelde si pongo marcha contra la injusticia, si alguien intenta deshacer una puntada de mis costuras. Un hermoso poemario entretejido de recuerdos, ilusiones y gritos de protesta, que nos muestra el lado más próximo y humano de la autora. Y una sosegada y madura reivindicación de la vida en todas sus formas. Podéis verla y escucharla leyendo un poema suyo en ibt.tv.
Vuelvo de pasar un par de días y medio sumergido en Expoesía. Entre presentaciones de libro, recitales y lecturas poéticas me pierdo por la actual Casa de Cultura, ayer Palacio de la Audiencia, donde el reloj sigue marcando las horas lo mismo que cuando Machado vivía en Soria.
¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana,
¡tan bella! bajo la luna.
Allí me encuentro con la exposición Cántico en Castilla, montada con bellísimas fotografía de Mikel Alonso —¡qué lástima que el formato no sea mayor!— y acompañadas de breves y también bellísimos poemas escritos por Amalia Iglesias. Una exposición fascinante que bien merece ella sola un viaje hasta la pequeña ciudad castellana. Y, además, está presentada por un texto de A. Gamoneda, el siempre tan esquivo y difícil de atrapar poeta leonés, nada proclive a ofrecer sus palabras si es lo que se le pide no le gusta realmente. Saca el teléfono y realiza unas cuantas fotos. Algunas para utilizarlas aquí, otras para disfrutar, como si de un recuerdo íntimo y personal se tratara. Pronto me doy cuenta de que hacer una fotografía de otra es degradar la original. Que sirvan al menos para ofrecer los textos de A. Iglesias, ya que no sirven para hacer justicia al trabajo de M. Alonso.
Nada más ponerme a buscar más información sobre la exposición, me ha aparecido este vídeo de La 8 Segovia, en el que aparecen los autores hablando de su obra. Disfrutadlo.
La exposición permanecerá abierta hasta el 30 de agosto.
No digo nada nuevo si afirmo quePetrarca (1304-1374) es uno de los grandes poetas de la literatura occidental y una auténtica revolución en la poesía románica. Su trabajo influirá de manera definitiva sobre la poesía que se practique posteriormente en el continente europeo. De los tres colosos italianos de la literatura medieval —Dante, Petrarca, Bocaccio— Petrarca es el que más me gusta, y si tenemos en cuenta su influencia, deberíamos concluir que Petrarca es el más importante. Veamos: petrarquistas sin tener en cuenta a los italianos fueron, por ejemplo, Luis de Camões, Garcilaso de la Vega, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Pierre Ronsard, Philip Sidney... y tengo mis dudas con Shakespeare. Es decir, lo mejorcito de cada casa, que a su vez ejerció una larga influencia sobre la tradición poética posterior. Pero ¿dónde reside la fuerza expresiva y la auténtica novedad de este italiano genial? Lo verdaderamente nuevo es la relación que establece entre el yo poético y el objeto de deseo. La realidad y el deseo parece que siempre caminan aparte. Esto origina una transformación total del lenguaje poético del que todavía hoy somos deudores cuando hablamos de poesía amorosa. Como señala Rossend Arquésla escritura constituye el método de búsqueda del verdadero yo. El lenguaje es el fundamento del self-fashioning o de la self-representationde un yo que, sintiéndose en un estado de exilio y ausencia de sí mismo, sale a la búsqueda de su auténtica identidad. Y Petrarca es Laura. Fingida o real, construcción poética o persona física, Laura ya es de todos cuantos disfrutamos de la poesía: sueño, metáfora e ideal. Y es la pérdida, la pérdida absoluta. La muerte de Laura supone dejarnos sin resolver el angustioso problema de la trascendencia. Solo el recuerdo nos salva. El recuerdo y la lectura. ¡Oh ansioso pensamiento, oh pasos vanos, oh memoria tenaz, oh fiero fuego, oh potente deseo, oh débil pecho, oh mis ojos, ya fuentes, más que ojos! ¡Oh fronda, honor de las famosas frentes, oh sola insignia del valor gemelo! ¡Oh fatigosa vida, oh dulce engaño, que a montes y llanuras me apartáis! Oh bello rostro, donde Amor ha unido espuela y freno para así llevarme, a su placer, y resistir no vale! Oh amorosas y gentiles almas, si existís, y vosotras sombra y polvo, deteneos a ver cómo es mi daño!
***
Cuando me paro a contemplar los años y veo mis pensamientos esparcidos, y el fuego en que ardí helándome apagado, y acaba la paz de mis afanes,
rota la fe de engaños amorosos, dividido en dos partes mi bien todo,
una en el cielo y otra aquí en la tierra, y perdido el provecho de mis males,
en mi vuelvo y me encuentro tan desnudo que envidia siento por cualquier destino: tanto dolor y miedo de mí tengo.
¡Oh mi Estrella, oh Fortuna, oh Muerte, oh Hado,
oh siempre para mí dulce cruel día, cómo en tan bajo estado me habéis puesto!
Las ediciones sobre las venturas y desventuras de Tristán e Isolda, o Tristán e Iseo, como prefiráis, son innumerables desde que empezaron a transmitirse oralmente a través de trovadores medievales y a partir del siglo XII en forma escrita por Thomas de Inglaterra, primeramente, y por Béroul poco después. La pareja de amantes formada por el caballero Tristán y la reina Isolda, forma parte de la mitología europea, es la primera de todas ellas y la que inspira a otras parejas tan célebres y trágicas como Romeo y Julieta, la más insigne de todas ellas. Una historia tan sugestiva y fascinante como desdichada. ¿Qué más podemos pedir para quedar atrapados en el relato? La historia tiene todos los atractivos necesarios para subyugarnos a poco sensibles que seamos a los relatos de amor romántico y aventuras épicas; además, conjuga perfectamente los elementos de tradición celta, los de ascendencia clásica y los aún más antiguos de origen indoeuropeo. El entorno social, la ética profana del amor, el conflicto entre libertad individual y las instituciones..., todo contribuye para que no queramos dejar la lectura una vez iniciada. Los personajes fueron incorporados rápidamenteal ciclo artúrico, habitaron en la imaginación europea medieval, se incrustaron en el romancero popular, fueron acogidos con entusiasmo en la época romántica, crecieron con la atención de la Hermandad Prerrafaelita y alcanzaron su apogeo con la ópera que Wagner les dedicó. Como indica Isabel de Riquer, este intenso intercambio entre los deseos del público y las aportaciones de los escritores y de los artistas evidencia el atractivo que suscitó, y que nunca ha dejado de suscitar, la historia, tantas veces repetida, de los amores de Tristán e Iseo (La literatura admirable, p 116). Las vacaciones de verano pueden ser el momento ideal para leerla, tanto en la adaptación en sencilla y hermosa prosa que el romanista Joseph Bédier realizó, como en cualquier otra que encontréis.
La noche cubrió de sombras el día igual que un ángel negro y sepulcral aviva el dolor y se hace dueño del tiempo y las palabras. El futuro era un incierto camino que parecía no llevar a parte alguna. El mar, un abismo sin salida. La ciudad quedó sumida en el silencio.
Ni ríos ni pájaros cantaban. Aun así, desde el fondo de la sima,
Ya he dicho otras veces que me encantan los libros que hablan de libros, que me resulta difícil resistirme a ellos. No sé si es el instinto cotilla con relación a la vida de la letra impresa —del que carezco, por cierto, para con los asuntos relativos a los seres humanos—, o si es la satisfacción que me produce encontrar libros de los que no sabía nada y, de repente, aparecen ante mí como una dulce y generosa sorpresa. Sea lo que sea lo que me empuja hacia ellos, lo cierto es que los leo con delectación y con glotonería. De Historia de los libros perdidostenía noticia hace algún tiempo gracias a ese libro admirable que es La literatura admirable —otro metalibro—. El segundo me lo encontré cuando estaba tecleando el título del primero en la biblioteca y me apareció en pantalla. Pensé que me fallaba la memoria y que no era historia sino biblioteca la palabra correcta para el título. Pero no. Ahí estaban los dos, la biblioteca y la historia. Fui a por ellos. Curiosamente, y aunque el tema es el mismo, estaban catalogados en espacios diferentes. Sí, los dos hablan de libros "perdidos". Los dos son igualmente interesantes. Ambos, incluso, se ocupan, como es lógico, de las mismas anécdotas cuando coinciden en el mismo título. La gran diferencia es que Van Straten se ocupa solamente de ocho textos, mientras que el de Kelly abarca la nada despreciable cifra de 81. Para compensar, el italiano lo hace con mayor extensión, lo que le permite narrar con más detalle los entresijos de la historia que hay detrás de "la pérdida". Con ambos he disfrutado, porque además de contener un cúmulo de historias fascinantes, es este uno de mis vicios confesables, como he dicho antes. Sin embargo, me ha sorprendido que en el relato de las coincidencias haya disparidades. Parece razonable pensar que cuando alguien acomete una investigación y pone sus resultados sobre el papel, estos son fiables. Una cosa es encontrar afirmaciones sin cotejar en internet y otra descubrir que la rocambolesca historia de un manuscrito tiene versiones que difieren entre dos publicaciones serias y bienintencionadas. Pequeñas discrepancias al margen, cualquiera de los dos resulta apasionante para quien esté interesado en saber, por ejemplo, qué ocurrió con El Mesías de Schulz, por qué La Galatea nunca tuvo una segunda parte, cuál es la disparatada y surrealista historia de los manuscritos del más disparatado y visionario Joseph Smith Jr., qué nos es dado suponer acerca del Margites homérico, o cómo se libraron Jacopo y Pietro Alighieri de tener que redactar el tercer canto de la Comedia, El Paraíso.
A veces, durante los calores del estío, me gusta perderme en las salas de cine y dejarme llevar por una de esas películas que cuentan historias para pasar el rato. Son ligeras, me alejan durante un par de horas de planteamientos serios y recobro la ingenuidad de la infancia disfrutando con las aventuras de seres reales o imaginarios. Suelen ser tan intrascendentes como un helado, pero me causan el mismo efecto refrescante.
La revolución silenciosano es precisamente una de ellas. Se basa en un hecho real ocurrido en la Alemania socialista durante 1956, es decir, cinco años antes de la construcción del tristemente famoso Muro de Berlín. Allí un grupo de estudiantes, durante el último curso de bachillerato, decide mostrar su solidaridad con las víctimas de la revolución húngara causadas por la represión soviética. Guardan un minuto de silencio antes de comenzar la primera clase de la mañana.
Lo que podría entenderse como un gesto adolescente de afirmación grupal y sin mayor trascendencia va a complicarles la existencia de manera grave, va a sacar hechos olvidados o silenciados relativos a sus familiares, va a provocar un ejercicio de madurez sobrevenida y, por último, una conciencia neta del significado de la solidaridad con todas sus consecuencias. La película cuenta un hecho de escasa relevancia para la historia de Alemania —de nota a pie de página en la Alemania del Este la califica el crítico Jay Weisbberg—, pero en ocasiones, los hechos aparentemente sin importancia nos sitúan mejor ante la historia que las grandes acciones narradas en los libros sobre la materia. Muy recomendable, aunque no se trate de un helado para aligerar los sofocos del calor.
Durante estos primeros días de agosto vamos a tener la ocasión de poder ver el paso de la EEI desde cualquier punto de la Península Ibérica. Saber a qué hora exacta aparece, cuánto dura el tránsito y hacia dónde hay que mirar para no perdérselo es muy sencillo: solamente hay que acudir a estacionespacial.com, pasos visibles, introducir el nombre del país y de la ciudad, y el programa os dará todos los datos. Os dejo el ejemplo de La Coruña:
Hasta el 9 de agosto es visible todos los días, en el caso de que no esté nublado. El día que se verá con mayor intensidad será el 4 de agosto (la magnitud -3,9 es algo menor al brillo de Venus y mayor que el de Júpiter). Aparecerá exactamente a las 23:36:50por el ONO a 10º de altitud sobre el horizonte y dejaremos de verla cuatro minutos después por la dirección SE a 52º grados de altitud sobre el horizonte. Sencillo y absolutamente preciso hasta en las centésimas de segundo. El que se vea con mayor o menor magnitud depende lógicamente de la distancia con respecto a nuestra posición y del grado de incidencia de la luz solar, ya que la EEI no tiene luz propia, simplemente la refleja. Ahora bien, cualquiera de los días que aparece se ve bien ya que Sirio, la estrella más brillante del cielo, posee una magnitud de brillo de -1,5, lo que quiere decir que el 1 de agosto (-1,0) se vio con mayor intensidad que estrellas muy brillantes como Arturo, Vega o Capella. No sé a vosotros, a mí me parece fascinante poder ver un objeto donde sé que hay una personas que están investigando durante unos meses, con las que nos podemos comunicar, que dan quince veces la vuelta a la Tierra durante un día, que se encuentra a tan solo 400 km sobre nuestras cabezas y que Kepler, Galileo o el mismísimo Einstein alucinarían si hubieran tenido la posibilidad de darse una vuelta y ver el cielo o la misma Tierra desde ella. En realidad, se ve todos los meses del año desde cualquier punto de la Tierra, y así será, por lo menos hasta el 2024, fecha hasta la que, según los planes, se mantendrá operativa, pero parece que las noches estivales invitan mejor a levantar la mirada hacia las estrellas y perdernos en su fascinación.