miércoles, 1 de noviembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Lucrecio)

Editorial
 #unlibrounpoema


He dudado mucho antes de traer a esta sección algún fragmento del gran poema filosófico 
De rerum natura. Seguramente, hoy lo leemos mejor como un texto de carácter filosófico que como un poema, pero lo cierto es que cualquier manual de literatura lo coloca dentro del apartado de poesía latina, así que no voy a ser yo quien contradiga esa clasificación. Y, además, ¿no ha sido desde el comienzo de la palabra escrita la poesía la que ha realizado las mejores y más incisivas reflexiones sobre la vida y cuanto somos?

Como se ve por la portada que acompaña el texto seleccionado, yo tengo la edición de Alianza; pero no he podido resistirme a publicar la de José Marchena, el ilustrado que se atrevió a realizar una traducción en endecasílabos blancos y que todavía hoy se leen con soltura. 

El fragmento elegido es el final del Libro III, el que nos recuerda que no hay motivo para tener miedo a la muerte.

¿Qué tamaño deseo de la vida
Mal fundado, por último, nos fuerza,
A temblar en peligros tan dudosos?
El plazo de la vida está marcado
A todos los mortales: no es posible 
Huir la muerte sin partirnos luego. 
 Además, que viviendo mucho tiempo,
La misma tierra siempre habitaremos,
Ni con vivir nuevo placer se inventa;
El bien que no tenemos nos parece 
El mayor bien de todos: conseguido,
Suspiramos por otro; y anhelantes,
Deseo sucesivo de la vida
Nos aprisiona siempre: incertidumbre
Hay de lo porvenir y de la suerte 
Que nos prepara y trae la edad futura. 
 Ni por más que alarguemos nuestra vida
Algún tiempo robamos a la muerte;
Sus víctimas seremos sin remedio:
Si la revolución de muchos siglos 
Fuese posible ver, eterna muerte
No por eso dejara de aguardarnos;
Y aquél que acaba de cubrir la tierra
No estará muerto ya por menos tiempo
Que el otro que murió mil años antes.

(Traducción: José Marchena).


La traducción de Alianza corresponde a Miguel Castillo Bejarano y es, como véis, en prosa: 

En fin, ¿qué tan gran perverso deseo de vida nos fuerza a estremecernos tanto en los inciertos peligros? Hay en verdad un indudable fin de la vida para los mortales y no puede evitarse que vayamos al encuentro de la muerte. Además, giramos y estamos siempre encerrados en el mismo sitio y con duración de vida no se forja placer nuevo alguno. Pero mientras falta lo que deseamos, esto parece superar lo demás; luego, cuando nos ha tocado en suerte aquello, deseamos otra cosa y siempre igual sed de vida nos mantiene anhelantes. Y está en incertidumbre qué fortuna nos depare el tiempo futuro o qué nos traigan el azar o qué destino nos esté próximo. Ni tampoco prolongando la vida quitamos una pizca de tiempo de muerte ni somos capaces de sustraer eso con lo que podríamos acaso estar largo tiempo muertos. Por tanto, cabe enterrar viviendo cuantas generaciones quieras; sin embargo en absoluto aguardará menos eterna aquella muerte, ni menos largo tiempo ya no existirá aquel que desde el día de hoy ha finalizado su vida que aquel que murió muchos meses y años antes.

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