martes, 21 de noviembre de 2023

LA BELLEZA

Editorial. Ejemplar del KM.
Traducción: Jordi Ainaud i Escudero
Lunes, ocho de la mañana recién pasadas. Como llueve, cojo la bicicleta estática, me coloco los cascos y busco el programa de Mercedes Menchero que emitió en directo el domingo a las 23:00, pero que yo suelo oír algún otro día gracias a que permanecen almacenados. 

No he cogido aún velocidad cuando reconozco inmediatamente las palabras que escribe en el prefacio de su libro Roger Scruton, libro que había acabado de leer justamente la noche en que la directora y locutora del programa Música y pensamiento estaría emitiéndolo en directo. 

Seguí pedaleando con una especie de sonrisa cómplice y bobalicona. 

No hallo mejor presentación para este hermoso texto que reproducir las palabras con las que el propio autor nos lo presenta en ese mencionado 


Prefacio

La belleza puede ser consoladora, turbadora, sagrada, profana; puede ser estimulante, atractiva, interesante, escalofriante. Puede afectarnos de un sinfín de formas distintas; sin embargo, nunca nos deja indiferentes: la belleza exige el reconocimiento; nos interpela directamente como la voz de un amigo íntimo. Si hay personas indiferentes a la belleza, sin duda es porque no la perciben. 

No obstante, juzgar la belleza es una cuestión de gusto, y puede que el gusto carezca de base racional. Si es así, ¿cómo explicar el lugar de honor que ocupa la belleza en nuestras vidas y por qué nos lamentamos de la desaparición progresiva de la belleza de nuestro mundo, suponiendo que realmente se produzca? ¿Y es cierto, como mantienen tantos escritores y artistas, desde Baudelaire y Nietzsche, que la belleza y el bien son independientes, de modo que una cosa puede ser bella precisamente en cuanto que inmoral? 

Además, puesto que la discrepancia es algo propio de los gustos, ¿cómo puede utilizarse el criterio del gusto de una persona para emitir un juicio sobre el gusto de otra? Por ejemplo, ¿cómo podemos afirmar que un tipo de música es superior o inferior a otro cuando los juicios comparativos no son más que un reflejo del gusto de quienes los formulan? 

Este relativismo habitual ha llevado a algunas personas a desdeñar los juicios de belleza como algo puramente "subjetivo", con el argumento de que no pueden criticarse los gustos porque criticar un gusto no es más que dar expresión a otro; por lo tanto, no cabe aprender ni enseñar nada a lo que se pueda llamar "crítica". Esta actitud ha puesto en tela de juicio muchas de las disciplinas tradicionales de las humanidades. Los estudios de arte, música, literatura y arquitectura, libres de la disciplina del juicio estético, parecen carecer del firme arraigo en la tradición y en la técnica que permitían a nuestros predecesores considerarlos parte esencial de los planes de estudio. De aquí la actual "crisis de las humanidades": ¿tiene algún sentido estudiar nuestro acervo cultural y artístico si el juicio de su belleza carece de base racional? O, suponiendo que lo estudiemos, ¿no deberíamos mostrarnos escépticos y cuestionar su pretendida autoridad objetiva y deconstruir su pretendida trascendencia? 

Que el premio Turner, creado para conmemorar al más ilustre pintor inglés de todos los tiempos, se conceda cada año a uno u otro montón de objetos efímeros más o menos gracioso, ¿no demuestra que no existen criterios, que la moda es lo único que dicta a quién hay que premiar y a quién no, y que es inútil buscar unos principios objetivos del gusto o un concepto colectivo de belleza? Muchas personas contestan afirmativamente a estas preguntas y, en consecuencia, renuncian a cualquier tentativa de criticar tanto el gusto como los motivos del jurado del premio Turner. 

En este libro planteo que este escepticismo sobre la belleza no está justificado. Argumento que la belleza es un valor real y universal, arraigado en nuestra naturaleza racional, y que el sentido de la belleza desempeña un papel indispensable en la configuración del mundo de los humanos. No adopto una perspectiva histórica sobre el tema, ni tampoco pretendo dar una explicación psicológica y aún menos evolutiva del sentido de la belleza. Mi punto de vista es filosófico, y las fuentes principales de las que beben mis argumentos son las obras de filósofos. El propósito de este libro es desarrollar un argumento que pretende plantear una pregunta filosófica y animar al lector a contestarla (el subrayado es mío).


Como el tema me estaba resultando tan extraordinariamente apasionante, durante la lectura del libro consulté algunos textos y en internet me encontré con un para de cositas que pueden ser de alguna utilidad para otras personas que se hallen en clubes de lectura, seminarios o lo que sea en que se encuentren metidas y debatiendo en torno a las ideas que Scruton expone. Son estas: Una guía de lectura y un extenso y documentado artículo de Paula de Juana sobre lo bello y lo sagrado (con Scruton de fondo). Por supuesto, también adjunto el programa de Menchero, porque es una de las mejores maneras que conozco de invitar a la lectura del libro.



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