¡Oh mi graciosa luna!, bien me acuerdo
De que, ahora hace un año, hasta esta loma
Venía lleno de angustia a contemplarte.
Y pendías entonces sobre el bosque
Como haces hoy, que todo lo iluminas.
Pero trémulo e incierto, por el llanto
Que de los ojos me surgía, tu rostro
Se mostraba a mi vista, que doliente
Era mi vida, y es, pues no ha cambiado,
¡Oh mi querida luna! Mas me place
El recordar y enumerar los días
De mi dolor. ¡Oh, qué grato resulta
En la edad juvenil, cuando aún es larga
La esperanza y es breve la memoria,
El recuerdo de cosas que pasaron,
aunque sea triste y la aflicción perdure!
Traducción: Eloy Sánchez Rosillo
La fascinación que la luna ha ejercido sobre poetas es larga como como la esperanza en la edad juvenil, especialmente durante la época romántica. De los muchos poemas que conozco dedicados a la luna, este es uno de los que más me gusta, tal vez por ese paralelismo entre luna y recuerdo. Ese juego espaciotemporal que se establece entre lo que se ve, se recuerda y se siente es tan delicado y efectivo poéticamente como el que Leopardi dispone entre la persistencia del dolor y el placer que origina el recuerdo. Magnífico.
Que poesía, luna y memoria os sean favorables.
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