Ejemplar del KM |
Yo diría que este libro es básico para adentrarse en el conocimiento de la vida y de la obra de sor Juana Inés de la Cruz. Como el mismo Octavio Paz dice, ese enigma no es uno solo, sino muchos, y para intentar dar respuesta a todos ellos se lanzó el intelectual mexicano a una investigación exhaustiva con la intención de arrojar un poco de luz sobre estas cuestiones:
El libro tiene casi 700 páginas, todas ellas vibrantes de excelente investigación y escritura. No voy a descubrir yo ahora nada de este fascinante sabio y poeta que fue galardonado en 1990 con uno de los más merecidos premios que se hayan otorgado a lo largo de la historia del Nobel. El libro está aún en catálogo y también lo podéis encontrar en internet. Y como ando mandando pistas y herramientas para quien quiera acercarse a la tertulia de octubre, este libro y el texto que aparece más abajo me parece que pueden ser de gran utilidad.
El libro tiene casi 700 páginas, todas ellas vibrantes de excelente investigación y escritura. No voy a descubrir yo ahora nada de este fascinante sabio y poeta que fue galardonado en 1990 con uno de los más merecidos premios que se hayan otorgado a lo largo de la historia del Nobel. El libro está aún en catálogo y también lo podéis encontrar en internet. Y como ando mandando pistas y herramientas para quien quiera acercarse a la tertulia de octubre, este libro y el texto que aparece más abajo me parece que pueden ser de gran utilidad.
Gracias a él supe en su momento de la deliciosa Respuesta a sor Filotea, reacción a una carta del obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz que criticaba un opúsculo de la monja, la Carta atenagórica, donde discutía temas de enjundia teológica al erudito jesuita António Vieira. La reacción del obispo provocó la respuesta de la poeta. En ella defiende su labor intelectual y reclama el derecho de la mujer a la educación. Y, además, se apena de la oportunidad perdida por Aristóteles al no saber de fogones y guisos. Buenísimo.
Leed con atención estas palabras de nuestra polímata del barroco:
Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo, y apenas yo vi el movimiento y la figura, cuando empecé, con esta mi locura, a considerar el fácil moto de la forma esférica, y como duraba el impulso ya impreso e independiente de su causa, pues distante la mano de la niña, que era la causa motiva, bailaba el trompillo; y no contenta con esto, hice traer harina y cernerla para que, en bailando el trompo encima, se conociese si eran círculos perfectos o no los que describía con su movimiento; y hallé que no eran sino unas líneas espirales que iban perdiendo lo circular cuanto se iba remitiendo el impulso. Jugaban otras a los alfileres (que es el más frívolo juego que usa la puerilidad); yo me llegaba a contemplar las figuras que formaban; y viendo que acaso se pusieron tres en triángulo, me ponía a enlazar uno en otro, acordándome de que aquélla era la figura que dicen tenía el misterioso anillo de Salomón, en que había unas lejanas luces y representaciones de la Santísima Trinidad, en virtud de lo cual obraba tantos prodigios y maravillas; y la misma que dicen tuvo el arpa de David, y que por eso sanaba Saúl a su sonido; y casi la misma conservan las arpas en nuestros tiempos.
Pues ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Veo que un huevo se une y fríe en la manteca o aceite y, por contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no. Por no cansaros con tales frialdades, que sólo refiero por daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa; pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito (la negrita es mía).
Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo, y apenas yo vi el movimiento y la figura, cuando empecé, con esta mi locura, a considerar el fácil moto de la forma esférica, y como duraba el impulso ya impreso e independiente de su causa, pues distante la mano de la niña, que era la causa motiva, bailaba el trompillo; y no contenta con esto, hice traer harina y cernerla para que, en bailando el trompo encima, se conociese si eran círculos perfectos o no los que describía con su movimiento; y hallé que no eran sino unas líneas espirales que iban perdiendo lo circular cuanto se iba remitiendo el impulso. Jugaban otras a los alfileres (que es el más frívolo juego que usa la puerilidad); yo me llegaba a contemplar las figuras que formaban; y viendo que acaso se pusieron tres en triángulo, me ponía a enlazar uno en otro, acordándome de que aquélla era la figura que dicen tenía el misterioso anillo de Salomón, en que había unas lejanas luces y representaciones de la Santísima Trinidad, en virtud de lo cual obraba tantos prodigios y maravillas; y la misma que dicen tuvo el arpa de David, y que por eso sanaba Saúl a su sonido; y casi la misma conservan las arpas en nuestros tiempos.
Pues ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Veo que un huevo se une y fríe en la manteca o aceite y, por contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no. Por no cansaros con tales frialdades, que sólo refiero por daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa; pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito (la negrita es mía).
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Путин, немедленно останови войну!
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