lunes, 18 de julio de 2022

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ, 3

Editorial
Las ciencias avanzan que es una barbaridad, cuando avanzan, que no es siempre, o cuánto ha costado llegar a saber lo que sabemos. Estos podrían ser algunos de los titulares para introducir el soneto que sor Juana Inés de la Cruz escribió para celebrar el conocimiento astronómico del jesuita Eusebio Francisco Kino.

Aplaude la ciencia astronómica del padre Eusebio Francisco Kino, de la compañía de Jesús, que escribió del cometa que el año de ochenta apareció, absolviéndole de ominoso.

Aunque es clara del cielo la luz pura
clara la luna, y claras las estrellas,
y claras las efímeras centellas,
que el aire eleva y el incendio apura;

aunque es el rayo claro, cuya dura
producción cuesta al viento mil querellas,
y el relámpago, que hizo de su huellas
medrosa luz en la tiniebla obscura;

todo el conocimiento torpe humano,
se estuvo obscuro sin que los mortales,
plumas pudiesen ser, con vuelo ufano,

Ícaros de discursos racionales,
hasta que al tuyo, Eusebio soberano,
les dio luz a las luces celestiales.


Que sor Juana era una mujer muy inteligente nadie lo pone en duda. Famosa era su enorme curiosidad y su bien merecida fama de polímata —me encanta esta palabreja—. Su sed de conocimiento no tenía límites y eso lo dejó bien claro con la variedad y riqueza de sus escritos. Bien es cierto que carecía de formación matemática y que de Galileo y sus trabajos seguramente la única noticia que llegó a tener fuese la de que afirmar ciertas cosas suponía vérselas con la Inquisición. Pero los tiempos eran los que eran y no hay nadie infalible, por muy bien que nos caiga. Lo sorprendente es otra historia.

El soneto cobra sentido si conocemos la anécdota a la que responde. Estos son los hechos:

1. El jesuita Kino, aficionado a los cielos nocturnos, escribió un texto sobre el cometa de 1680. En él terminaba diciendo que indefectiblemente anunciaba sucesos siniestros.

2. Esa era, precisamente, la creencia popular que venía desde la antigüedad: que los cometas viajaban por el espacio que hay entre la Tierra y la Luna, y que anunciaban desastres y calamidades mil. Es decir, la gente, cada vez que veía un cometa —y el de aquel año se vio muy, muy bien— estaba aterrorizada.

3. Galileo ya había dicho que los cometas no circulaban por la zona sublunar. Pero lo sabían él y otros pocos más. Entre ellos —y aquí viene lo curioso—, Carlos de Sigüenza y Góngora, amigo de sor Juana, quien escribió un Manifiesto filosófico contra los cometas, despojados del imperio que tenían sobre los tímidos.

4. Sigüenza fue precisamente quien presentó Kino a sor Juana cuando este llegó a México. Juana quedó encantada con los conocimientos de Kino y Kino con los de Juana. Poco después el jesuita de origen italo-austríaco envió el folleto que había escrito a la monja y la respuesta fue este soneto de alabanza a los conocimientos del misionero y a la luz que arrojaba sobre el suceso.

El pobre Sigüenza debió de quedarse perplejo y profundamente apenado ante la aparición del soneto, o así podemos suponerlo, pues no nos ha llegado ningún documento que nos informe. Sí sabemos, en cambio, que a pesar del chasco sufrido la buena relación entre ambos duró muchos años.

Sea como fuere, y dejando las anécdotas a un lado, si queréis leer la obra poética de esta animosa mujer que sentía una verdadera pasión por el conocimiento, aquí están recogidos todos sus sonetos y aquí una amplia selección de cuantas formas estróficas practicó. Yo, en cualquier caso, aconsejo que os hagáis con alguna edición en papel.

***


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