De entre los hallazgos de los últimos días me gustan especialmente estas ramitas de pitósporo llenas de frutos, que parecen estar ahí para contrastar con el horizonte.
Como no sé nada sobre esta planta, busco información y me entero de que, mira por dónde, además de resistir muy bien los embates del viento y el salitre (supongo que por eso la han colocado frente al mar) es, además, una planta que aguanta la contaminación ambiental.
Curiosidades biológicas aparte, lo que más me gusta de ella, aunque eso ya lo sabía, es la belleza de su nombre, juguetón y risueño, lo pronuncies de forma llana o esdrújula, que de ambas maneras se utiliza. Y la etimología, que asocié inmediatamente a la planta la primera vez que abrí su frutillo con los dientes para ver las semillas que encierra: πίττα, resina, pez; σπόρος, semilla, simiente; o sea, semillas pegajosas. Si queréis ver sus semillas, no hagáis lo que yo, utilizad cualquier herramienta, pero no la boca.
Aunque el otoño ya está muy avanzado, y a pesar de las bajas temperaturas, todavía se encuentran grandes formaciones de cólquicos en algunos montes, como este semicírculo que me ha salido al paso hoy mismo por la zona de San Marcos.
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