Editorial |
Como nos recuerda Concha García en el comentario de presentación en el que parafrasea a Cavafis, lo importante es el camino y en este poemario el camino deja huellas dolorosas, pérdidas que el transitar por la vida hace inevitables. Pero la escritura puede ser un buen ejercicio de recuerdo y también de supervivencia. Las palabras pueden servirnos para ahuyentar el dolor e incluso de refugio ante la intemperie
Un hermoso poemario donde los lugares son reflejo del propio yo y el yo un espejo donde se miran los territorios exteriores.
VERDADES
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos,
pero tus ojos no estaban
cuando tocó mi puerta.
A veces las palabras inventan verdades;
los poetas mienten.
Lo sé porque mi sombra
se confunde en tu aliento,
y las gotas que caen
de las cuencas vacías
nunca tuvieron nombre.
Lo sé porque esa muerte nunca tuvo tus ojos.
Lo sé por tu mirada,
ahora que soy yo el que llama a tu puerta.
LA FEROCIDAD DE MAURITANIA
Mi musa distante
pasea su hermosura
por mi asombro:
reina de Mauritania,
orilla imposible,
otoño en primavera.
Su blancura
es delicada
para mi torpeza
y no evito
sonrojarme:
grotesco animal
que nada puede
ante la perfección
de sus formas.
He soñado con su cabellera
implorando piedad,
pero la ferocidad
no se apiada
y solo he conseguido
un filo apacible
para mi reposo:
cabeza separada de su cuerpo,
alimentada por conservas.
Sin embargo
bastaría un gesto.
Sin embargo,
el miedo de la muerte del amor
no son palabras
que vengan al caso.
Aquí,
el miedo es al amor,
a las palabras,
laberinto de nieve
que no encuentra salida,
acto de expiación
de la hermosura...
Reina de Mauritania
aquí está tu cantor, tu desdichado.
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