Inicio con esta entrevista a Ignacio Latierro, de la librería Lagun, una serie dedicada a conocer y divulgar el pensamiento y la actividad de quienes mejor conocen el mundo del libro, esas personas siempre dispuestas a orientarnos, aconsejarnos y conseguirnos el libro que andamos buscando.
P: Más de medio siglo trabajando son muchos años, sea el que sea el trabajo. Supongo que semejante cúmulo de tiempo dedicado a mantener el negocio requiere vocación, ilusión y mucha entrega. ¿Cómo hace para mantenerse en la brecha?
R: Bueno, ahora mi dedicación librera es cada vez más escasa, pero me sigue ayudando a vivir. He tenido la suerte de trabajar en algo que me gustaba, algo así como mantener mi biblioteca…
P: Nadie que sea de la ciudad o incluso del País Vasco ignora la historia de la librería y su resistencia ante el acoso y la barbarie de ETA y sus allegados durante los años 90. Es esta una historia que se puede rastrear muy bien en las hemerotecas y en internet. ¿Es ya una historia superada?
R: Es una historia pasada, pero el pasado no se borra. Asaltar y quemar librerías y libros no es lo más grave que ha producido la actividad de ETA y sus acólitos, pero dice bastante sobre su ralea, sobre su condición.
P: Desde 1968 hasta hoy la sociedad ha cambiado mucho. ¿Cuáles serían en su opinión los cambios más notables (venta, edición, distribución…) que han afectado más a las librerías?
R: LAGUN es un anacronismo que pretende seguir pareciéndose a lo que era en 1968. Entre tanto, muchas cosas han cambiado, la producción de novedades se ha multiplicado por 10, en los años 80 y 90 vivimos incluso un aumento del prestigio del libro, de su venta, no sé tanto si del número de lectores y de su lectura; pero también de la consideración creciente del libro como objeto fungible que como otras mercancías debe producir sus beneficios inmediatos y luego ser reciclado. Para esto la librería tradicional ya no podía ser el principal vehículo de comercialización. Posteriormente, con el advenimiento de lo digital, el prestigio del libro como instrumento de cultura ha decaído y han variado los hábitos de consumo cultural en perjuicio de la lectura; y, en fin, el comercio “on line” ha acabado de oscurecer el porvenir de las librerías.
P: Supongo que los hábitos lectores también habrán cambiado. ¿Es así?
R: Las Enciclopedias han desaparecido, los grandes diccionarios apenas sobreviven, ¿hay algún despacho de abogado nuevo que luzca estanterías con el “Aranzadi”? Los grandes diccionarios casi ni se reeditan… El libro como instrumento de consulta básicamente ha desaparecido. Sin embargo, creo que los lectores siguen prefiriendo el papel bien encuadernado como instrumento de lectura reflexiva, reposada y placentera.
P: La digitalización y la aparición de internet han transformado muchas costumbres y formas de trabajo en todos los sectores ¿En qué medida ha influido en la actividad de las librerías?
R: Dada la variedad y número de novedades y el tráfago constante de entradas y devoluciones de libros, hoy parece impensable el manejo de una librería sin la ayuda de la informática, que además es un buen instrumento en la búsqueda de títulos y ediciones. A cambio, ha contribuido a despersonalizar las librerías, a sustituir el criterio del librero por la mecánica de los números… También ha cambiado el comportamiento del público. Está desapareciendo un tipo de cliente característico de las buenas librerías, aquel que acudía con regularidad unas horas semanales, mensuales o de vacaciones, no solo a comprar, sino a visitar librerías, a ver lo que se había editado, a comentarlo con el librero o con la improvisada tertulia… Muy distinto a esa relación del cliente con el ordenador que le dice si hay existencias o no de un título…
P: ¿Corre peligro el libro como objeto? ¿Pueden desaparecer las librerías en un futuro más o menos próximo?
R: No, el libro como objeto de lectura no va a desaparecer; se puede leer en pantalla y compatibilizar ambas formas de leer, pero la lectura en papel y el uso del objeto libro tienen sus propias virtudes. Otra cosa es dónde y cómo se venderán los libros.
P: Los índices de lectura indican que el porcentaje de personas que leen va subiendo poquito poco cada año; es decir, que ahora se lee algo más que hace medio siglo. ¿Ese incremento se produce también en la venta de libros?
R: Mi percepción es que hubo un aumento en la venta de libros en los últimos años del siglo XX, aunque tengo mis dudas si eso supuso aumento también de lectura. De todas formas, si en estos 50 años de transformaciones tan importantes en la vida española la lectura ha aumentado solo “un poquito” no es en como para sentirse satisfecho…
P: Existen muchos tipos de librerías y el negocio ha ido evolucionando con los años; no obstante, en Lagun no hay mesas ni café, no se venden libros de texto, no hay conexión wifi, tampoco podemos encontrar todos esos productos más propios de una papelería que de una librería. ¿No resulta muy arriesgado para el mantenimiento del negocio?
R: Ya he dicho antes que LAGUN tiene pinta de ser un anacronismo. Ya desde sus inicios fue peculiar pero ha durado 51 años. Esperemos que siga teniendo quienes la sostengan…
P: Está muy extendido el tópico de que el libro, sin más, es cultura. Hay, sin embargo, muchos libros que no pasan de ser nada más que un producto para la venta que nada tienen que ver con la cultura, salvo como contraposición a natura, pero algunos de esos productos se venden muy bien. ¿Podrá seguir resistiendo la librería sin ellos?
R: Creo que el ejercicio de la lectura por sí mismo es saludable, pero es verdad que muchos libros, entre ellos algunos de gran venta, son infumables. En cualquier caso, es muy difícil que en una ciudad de las dimensiones de San Sebastián, una librería subsista sin vender best-sellers, mejores o peores.
P: ¿Un libro imprescindible?
R: ¿Uno? Homero, Shakespeare, Austen, Henry James…
P: ¿Un libro que le acompaña siempre?
R: No tengo un libro-fetiche. Tengo un especial cariño por Paz en la Guerra de Unamuno porque en mi memoria supone mi encuentro con la literatura.
P: ¿Uno que regalaría infinidad de veces?
R: Los peces de la amargura, de Fernando Aramburu, será el libro que más he regalado, por lo menos en los últimos tiempos.
P: ¿Uno que no ha leído, pero que quiere leer?
R: ¡Tantos! El oficio de librero es engañoso.El oficio ocupa mucho tiempo y leemos mucho menos de lo que aparentamos. En todo caso espero tener por fin el estado de ánimo que me permita completar el Fausto, de Goethe.