sábado, 25 de enero de 2025

CARMEN DE BURGOS, 'Colombine' y GLORIA FUERTES

Colombine kalea
Hace ya un tiempo me sorprendió encontrar dentro de los límites de Bidebieta la calle Colombine, es decir, una calle dedicada a Carmen de Burgos, una almeriense, periodista y activista defensora de los derechos de la mujer allá por el primer tercio del siglo XX. La sorpresa no vino por que se le dedicara una calle en su momento, sino porque no fue una persona que tuviera una relación especial en ningún momento de su vida con la ciudad, que es lo que suele originar el que se designen lugares con el nombre de la persona a la que se quiere recordar. 

Fuese el que fuese el motivo por el cual la comisión correspondiente decidió el nombramiento, bienvenido sea, porque es una manera de suscitar la curiosidad de quien vive o pasa por ahí. Tal vez de esta manera alguien pueda preguntarse por su obra o por su biografía. Esta última, por cierto, ya la recogió muy bien Ana Vega Toscano en este Documentos RNE que le dedicó en 2018.


Dentro de ese desorden que rige la asignación de nombres a calles y espacios de una ciudad (si se agruparan temáticamente —o de cualquier otra manera, las posibilidades son muchas—  servirían para que la ciudadanía se orientara rápidamente y supiera a qué zona de la ciudad corresponde), el mismo día que me encontré con la calle Colombine, también descubrí que Gloria Fuertes tenía dedicado este pasaje peatonal a menos de doscientos metros. 


Esto me sirve como excusa para dejar esta particular nota biográfica de la madrileña: 


NOTA BIOGRÁFICA

Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
a los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.

Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores
–no digo nombres–,
gracias a eso, pude sobrellevar mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta
–pero Dios y el botones saben que no lo soy–.

Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.


Que el callejero y la poesía os sean favorables.

***

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