jueves, 19 de diciembre de 2024

LOS OJOS DE MONA, Thomas Schlesser

Ejemplar del KM
Los ojos de Mona tiene mucho más de divulgación que de literatura, lo que está muy bien para quienes busquen iniciarse en el conocimiento de unas cuantas obras de arte y adentrarse en algunos de sus secretos, pero no tan bien para quienes busquen más una novela y les interese menos el recorrido por el Louvre, el Orsay y el Beaubourg

En la contraportada se cita una frase propagandística de Livres Hebdo que compara la obra de Schlesser con la de Jostein Gaarder, El mundo de Sofía. Ciertamente el espíritu que las anima es el mismo: dar a conocer y hacer surgir el gusto por la disciplina de la que se ocupan —arte en una, filosofía en la otra—; ambas están escritas pensando en un público adolescente, aunque pueden ser leídas por cualquier persona de cualquier edad; las protagonistas son dos niñas...

Ahora bien, en la de Gaarder el montaje narrativo estaba bien trabado e independientemente de que no descuidara la aproximación al mundillo filosófico, era la historia que se contaba y cómo se hacía la que tenía fuerza e interés. En el caso de Los ojos de Mona, el elemento narrativo resulta bastante flojito, a veces incluso inverosímil. Más parece una excusa para introducir el recorrido por los 52 capítulos (el año tiene 52 semanas), para que Mona y su abuelo se adentren en la aventura de recorrer 52 obras de arte que podríamos entender como un esquemático recorrido por la historia del arte... que hay en París, pues ese recorrido comienza con Botticelli y termina con Pierre Soulages.

Es cierto que Schlesser, profesor de la Escuela Politécnica de París e historiador del arte, realiza un intento por trascender la mera descripción técnico-anecdótica de cada obra para sacar una enseñanza de tipo vital asociada a cada una de ellas, de ahí que se promocione como una novela filosófica. Desde mi punto de vista creo que se queda en intento y que le sobra un exceso de didactismos. Pero son estos pecadillos disculpables y bienintencionados. 

El argumento es muy sencillo: Mona, una niña de 10 años, sufre una ataque de ceguera momentáneo, lo que parece ser un accidente isquémico transitorio. Se teme que en un plazo más o menos largo pueda quedarse ciega. Su abuelo, amante del arte, quiere que si eso llega a pasar, Mona pueda retener en la memoria toda la belleza del mundo que se recoge en esas 52 obras maestras y la llevará cada miércoles de cada semana, sin que los padres lo sepan (?!), a visitar y aprehender la belleza que hay en ellas.

Sí me parece que puede funcionar muy bien como lectura paralela a un primer curso de historia del arte en un instituto y, especialmente, como guía divertida y original para visitar esos tres fascinantes museos de la capital francesa, como debe ser visitado un museo, deteniéndonos en dos o tres obras nada más, sin pretender la ridícula borrachera de formas, materiales, técnicas y colores que es pasar por toda las salas mirándolo todo... sin ver nada.

Página Dos entrevistó al autor (minuto 15:00) en el mes de marzo.

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