Editorial |
Christina Rossetti (1830-1894), en opinión de muchos especialistas, es una de las mejores poetas inglesas. De hecho, no encuentro ninguna razón para que no haya pasado ya su obra por las tertulias irunesas. Supongo que solamente se puede deber a un gran despiste por mi parte. La incluiré en la nómina de la próxima temporada.
De su poesía puede decirse que era profundamente religiosa, a veces alegórica, sencilla, íntima, breve y musical.
Rossetti tiene un buen puñado de poemas memorables. En esta sección de los miércoles quiero destacar el melancólico y emotivo "No quiero, cuando muera, amado mío".
NO QUIERO, CUANDO MUERA, AMADO MÍO
No quiero, cuando muera, amado mío,
que entones para mí tristes endechas,
plantes sobre mi frente algún rosal,
ni un sombrío ciprés junto a mi tumba;
que me cubra la hierba siempre verde,
regada por las lluvias y rocíos;
y, si quieres, recuerda;
si prefieres, olvida.
Allí donde he de estar no veré sombras,
no sentiré la lluvia;
y no oiré al ruiseñor
cantando adolorido sin descanso;
y, soñando a través de una penumbra
que ni empieza ni acaba,
puede que yo recuerde,
o, acaso, olvidaré.
Y aquí el poema en su versión original cantado por Saskia Kusrahadianti:
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