Fuente, original y ©: KHM (id al enlace para disfrutar una magnífica ampliación). |
No creo que hoy pueda haber alguna persona al margen de la gente dedicada al estudio del arte y su historia que identifique la celebración que Jordaens nos muestra como la fiesta del Día de Reyes. Esta podría ser una buena prueba para demostrar lo mucho que cambian las costumbres sin necesidad de recurrir a densas y prolijas historias de la vida cotidiana. Y no se trata de una representación única, el propio Jordaens tiene otras dos versiones, y si colocáis en el buscador el rey bebe o fiesta del rey de habas podréis comprobar que el tema está abundantemente recogido en las manifestaciones artísticas de la época. Yo he elegido esta porque me parece que es la que tiene mayor calidad técnica y porque, seguramente, es también la más... no sé, dionisíaca.
6 de enero, Día de Reyes. La familia se reúne para una buena celebración. Una celebración que va a durar muchas horas, posiblemente hasta el momento de irse a la cama. Y que la fiesta no decaiga. Cada vez que el proclamado rey de la misma coge su copa, el resto grita entusiasmado "¡el rey bebe!" y beben todos al unísono. Y todo ello bajo el cartel que recuerda que nada se parece más a un loco que un borracho (lo dice la inscripción latina sobre las cabezas de los comensales). Lo tomo como un gesto de humor del autor, no de crítica.
En esta bacanal celebratoria lo que más me llama la atención es la absoluta normalidad con que debía de estar aceptada, porque a quien vemos como rey de semejante jolgorio es al suegro del artista, Adam van Noort, perfectamente reconocible en la época y en el entorno. Y no lo pinta una vez, sino otras dos más. Si tenemos en cuenta además que los especialistas nos recuerdan que se trataba de un tema para exaltar valores como la alegría de vivir y ensalzar la familia, no cabe interpretar de ninguna manera la frase latina como crítica de la celebración.
Cuentan Rose-Marie y Rainer Hagen en su excelente Los secretos de las obras de arte cómo eran elegidos el rey y la reina del festejo: En Amberes se tenía costumbre de elegir por sorteo a la pareja real y su cortejo. La señora de la casa compraba las papeletas del sorteo, llamadas Billets de roi, a los mercaderes ambulantes algunos días antes del 6 de enero. Dos de esas papeletas con las inscripciones Hofimester (maestro de ceremonias) y Sanger (cantante) aparecen tiradas por el suelo entre el perro y el gato, el resto se ha repartido entre los invitados que las llevan prendidas a la ropa: el hombre con el pescado es el encargado de trinchar la carne y el bebedor vomitando lleva en el gorro la papeleta del «médico». Sin embargo, Jordaens no recoge en ninguna de sus representaciones de la fiesta el momento preciso del sorteo. En su caso, el convidado de más edad es el rey y la mujer más hermosa, la reina. También nos dicen que en otras regiones la costumbre era prácticamente la misma que se practica en la actualidad, es decir, se metía una moneda o un haba en la masa y quien se encontraba con ella era proclamado rey.
Podéis ver más información sobre el tema (incluído el roscón de reyes) en este trabajo de Pedro José Gimeno Paulo.
En fin, disfrutad del cuadro y todos sus detalles, y si formáis parte del inmenso colectivo que celebra el día, disfrutadlo también.
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