miércoles, 24 de enero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA ( H. D.)

Editorial
Traducción: Natalia Carbajosa.
#unlibrounpoema
 

He dudado mucho antes de traer a esta sección algún fragmento de poema de Trilogía, pues si entresacar algún poema de una colección es siempre un atrevimiento y una violencia hacia el libro del que sale —si se trata de un buen y coherente poemario es necesaria la lectura completa para que la idea que se transmite no resulte excesivamente sesgada o mutilada—, en este caso Trilogía contiene tres largos poemas: "No caen las murallas", "Tributo a los ángeles" y "La floración de vara". Cada uno de ellos, a su vez, se compone de otros muchos poemas, partes o secciones, que leídas en conjunto ofrecen una visión general y congruente.

Trilogía, por tanto, necesita ser leída sin recortes, de forma completa. Solo así podremos darnos cuenta de que es una celebración de la supervivencia contra las fuerzas de la muerte —lo empezó a escribir durante la Segunda Guerra Mundial—, es un canto al poder místico del amor como fuerza espiritual para la paz. Como escribe Natalia Carbajosa en el excelente prólogo, en medio de la guerra y la devastación, más que nunca, H.D. comprende que el poeta ha de recuperar su bastón de mando, conjurar a los dioses en sus visiones, zafarse de la cáscara vieja de la materialidad, bucear en el subconsciente, completar la metamorfosis, fundir todas las religiones en pos de una aún por inventar, devolver a la tribu la palabra que le ha sido arrebatada por la fuerza ensordecedora de las armas.

Esto que ofrezco aquí no es, en consecuencia, nada más que una ínfima muestra, muy parcial e incompleta, que espero pueda servir como invitación y preámbulo de una lectura íntegra y cabal de la obra.

                2

El Mal se afanaba en la tierra,
el Bien, abatido, se afligía;

el Mal ofrecía aventuras,
ocioso, el Bien languidecía;

el Mal-igno acechaba
disfrazado de Jehová;

el Bien era la insípida cáscara
despojada del maná-semilla, la legumbre:

estaban airados y nosotros tan faltos
de alimento, Dios;

arrancaban nuestros amuletos,
los hechizos, decían, no son la gracia;

mas los dioses siempre son bifrontes,
así que busquemos los antiguos senderos

en pos de la runa verdadera, el conjuro exacto,
los valores antiguos retomemos;

no atendamos si nos gritan:
vuestra bella Isis, Aset o Astarté

es una ramera; sois unos mojigatos,
fanáticos que añoran las ollas de Egipto;

vuestro corazón, es más,
es un cáncer muerto,

prosiguen, y vuestra salmodia
es el himno del diablo,

vuestro estilo se moja en sublimado corrosivo;
¿cómo rascaréis hasta borrar, del palimpsesto,

la tinta indeleble
de pasadas aventuras?


            33

Midamos la derrota 
en términos de pan y carne,

y los continentes 
en la extensión relativa

de los campos de trigo; ne enseñemos
lo que mal aprendimos

y no nos benefició;
no preparemos

pociones curativas a los muertos
ni inventemos

colores nuevos
para ojos ciegos.


            39

Hemos recibido demasiados dogmas
y muy pocas garantías,

demasiados: mas no se ha demostrado
lo suficiente que esto, esto, esto

es herejía: sé, y siento
el significado que ocultan las palabras;

son anagramas, criptogramas,
pequeños estuches, adecuados

para incubar mariposas...


Del primero poema, "No caen las murallas".

***


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