Vista desde Biarritz hacia el SO. |
Como el día estaba agradable y no amenazaba lluvia, fui a dar un paseo por la siempre elegante Biarritz. Una excusa para ver los nuevos espectáculos luminosos y comprobar si los churros están más o menos caros que en Donosti.
El paseo por la costa tiene numerosos encantos gracias a lo prolífica erosión marina que nos deja todo tipo de formas y caprichos. En verano se suelen formar colas bien nutridas para esperar el turno de hacerse una fotografía. Siendo como es una ciudad muy turística, a la belleza natural hay que añadir la de las múltiples construcciones que se fueron agregando desde mediados del siglo XIX, cuando pasó a convertirse en uno de los centros balnearios más queridos por la alta aristocracia europea.
A donde nunca me había acercado anteriormente es a la iglesia ortodoxa que se encuentra, cómo no, en la Avenue de l'Imperatrice, frente al hotel más lujoso y emblemático de la ciudad, antigua residencia palaciega de Napoleón III y Mª Eugenia de Montijo, y es un comportamiento muy repetido el que allá donde van las más altas jerarquías acuden en masa las jerarquías menos altas para ver si se les pega algo, o sea, para intentar obtener algún beneficio en esto de las jerarquías.
Inmediatamente me vino a la memoria aquella canción infantil que decía:
—María Eugenia.
—¿De qué?
—De Montijo.
—¿De qué?
—Dame un poco.
—¿De qué?
—De tu amor.
—¿Para qué? ¿Para qué?
No recuerdo con qué tipo de juego se asociaba. Tampoco descubro nada en internet; sin embargo, hay una información desbordante sobre sobre la persona. Como un niño, me refugio en los churros, en el chocolate y en las luces que cuentan historias llenas de personajes fabulosos sobre las paredes.
Y para la gente curiosa, este documental:
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