YAGO: ¿Pues no has de remediarlo? La voluntad es el hortelano de la vida, y puede criar en ella ortigas y cardos, o hisopos y tomillo; una sola yerba o muchas; enriquecer la tierra o empobrecerla; tenerla de barbecho o abonarla. Para eso es la prudencia, el seso y el libre albedrío. Si en la balanza de la humana naturaleza, el platillo de la razón no contrapesara al de los sentidos, nos llevaría el apetito a cometer mil aberraciones. Pero por dicha tenemos la luz de la mente que doma esa sensualidad, de la cual me parece que no es más que una rama lo que llamáis amor (act I, esc 3).
Las grandes obras de Shakespeare son tan conocidas que hasta quien no haya leído o visto Otelo sabe que la enfermiza emoción que se pone en evidencia en esta obra es la de los celos. Y seguramente también sepa que Otelo es el personaje cegado por ellos y que Yago es el malo malísimo encargado de poner todo patas arriba a su alrededor.
La astucia y la inteligencia de Yago domina toda la obra. De hecho, cualquier persona que lea la cita de arriba, sin tener más información, puede pensar que se trata de un personaje sabio y mesurado, uno de esos que ponen equilibrio en todas cuantas acciones participa. Nada más lejos de la realidad. Yago utilizará toda las capacidades de su inteligencia para destruir la pareja formada por Desdémona y Otelo. Y no encontrará mejor manera que sembrar el veneno de los celos.
El infame personaje, en un corto espacio de tiempo, conseguirá construir una situación caótica, manipulando con extrema pericia cuantos hilos tiene a su alcance y cuantos personajes están a su alrededor. Pero si Shakespeare nos ofrece toda la potencia del mal del que es capaz una persona a través de Yago, también nos ofrece toda la estupidez de quien se deja arrastrar por una emoción tan posesiva y dañina como es la de los celos.
Yago es el detonante, la mente perversa que pone en marcha los peores sentimientos, pero no es el único responsable. Otelo no está exento de ella, de responsabilidad. La ceguera absoluta en la que se deja envolver, y de la que no saldrá hasta el mismo final de la obra, es el ejemplo a evitar, es la terrible enseñanza que Shakespeare nos deja.
En este Estudio 1 del 72 trabajaban Alfredo Alcón, Maribel Martín, Fernando Guillén, Manuel Galiana, Manuel Dicenta, Jesús Tordesillas, Charo Soriano y Sancho Gracia. Pero como siempre defiendo, leedla primero, la excelencia de las palabras del inglés es algo que está por encima de cualquier interpretación, es un regalo de la literatura universal. Y Otelo es, en mi opinión, la más sobria, la más ajustada, la que posee unos diálogos más estrechamente unidos al desarrollo del argumento.
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Y no te olvides de mandar mensajes de ánimo a los enfermos que se mantienen aislados en los hospitales.
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