viernes, 17 de abril de 2020

LOS DOS HIDALGOS DE VERONA (EL UNIVERSO SHAKESPEARE, 19)

Los dos hidalgos de Verona no es una de las comedias más populares Shakespeare, pero sí es una de las más ligeras y divertidas, y tiene la ventaja de contar con un personaje desternillante, bueno dos, él y su perro. Lo que viene muy bien para una reclusión tan larga y sostenida como la que estamos padeciendo. Oidle hablar:

LANZA: ¡He aquí lo que son las cosas! Cuando un criado se porta con su amo como un perro, todo va mal. Éste es un animal a quien ha criado desde su más tierna infancia y a quien salvé de un naufragio con tres o cuatro hermanos y hermanas ciegos. Lo he instruido tan cuidadosamente como quien hubiera de decir: "Así se educa a un perro". Mi amo me había mandado ir a ofrecer como regalo a doña Silvia, pero en cuanto entré en el comedor, emprendió carrera en derechura a la despensa y se apoderó de una pierna de capón. ¡Oh! ¡Es terrible que un perro no sepa portarse bien en sociedad! Para mí un perro debiera proponerse ser un verdadero perro, un perro en todo y por todo. Gracias a que he tenido el ingenio de decir que había sido yo el culpable, que si no, tan seguro como estoy aquí que acabo en la horca. Vais a juzgar. Imaginaos que debajo de la mesa del duque se mezcla en la compañía de tres o cuatro perros bien nacidos. No hacía dos minutos que estaba allí, cuando —advertí esto— el olfato de todos los convidados notó su presencia. "¡Fuera ese perro!" —dice uno—. "¿Qué perro es ése?" —dice otro—. "¡Echadle!" —añade un tercero— . "¡Que lo ahorquen!" —exclama el duque—. Yo, cuya nariz hacía mucho tiempo que estaba enterada, reconocí a mi Crab. Fui al encuentro del que ya blandía el látigo y le dije: "Amigo, vais a zurrar a ese perro, ¿no es eso?..." "¡Vive Dios! ¡Pues claro!" —me contestó—. "Eso será una injusticia —repliqué—, pues he sido yo quien ha cometido la falta". Con lo que, sin más ceremonia, me echaron a la calle a puntapiés. ¿Qué amos harían otro tanto por sus criados? ¡Palabra de honor! Infinitas veces he pisado la cárcel por robar mi perro pasteles. En una ocasión me pusieron en la picota por haber matado él unas ocas. Y ahora... ¡Sinvergüenza, has olvidado ya todo eso! ¡Granuja! ¡Recuerdo la partida que me has jugado al despedirme de doña Silvia! ¿No te había encomendado tener fijos en mí los ojos y hacer cuanto yo hiciera? ¿Cuándo me has visto a mí levantar la pierna y ensuciar las faldas de una dama? ¿Cuándo me has visto cometer semejante falta de educación? ¡Dilo! (act IV, esc 4).

En esta comedia vais a encontrar algunas de los recursos típicos que luego aparecerán en otras obras —digo luego porque esta es una de las primeras obras de Shakespeare—: una mujer que recurre al disfraz de hombre; la distinción de personajes de distintas clases (clase alta, clase baja; amos y criados); el bosque como escenario, con el simbolismo que supone... En fin, esas cosillas marca de la casa.

Más necesario me parece advertir que estamos situados en un momento histórico en el que las relaciones de amistad eran consideradas en algunos aspectos más nobles y merecedoras de elogio que las relaciones entre amantes. Esto explica el final, que pueden resultar sorprendente para algunas personas en la actualidad. 

No he encontrado una representación digna en castellano, pero sí esta otra en inglés que, si domináis el idioma, estoy seguro de que os va a gustar.



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Y no te olvides de mandar mensajes de ánimo a los enfermos que se mantienen aislados en los hospitales.

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