Soy invisible.
Siempre he sido invisible
como la pobreza en un país rico,
como los ricos en sus cuartos velados de sus casas con muchos cuartos,
como las pulgas, los piojos, como lo que crece bajo la tierra,
los mundos más allá del cielo, el viento, el tiempo, las ideas—
el catálogo de invisibilidad es inagotable,
y, eso dicen, no es buena poesía.
Como las decisiones.
Como cualquier otra parte.
Como las instituciones alejadas del camino llamado Scenic Drive.
No más símiles. Soy invisible.
En un mundo poblado por gente de visión binocular después de todo soy parte de la mayoría
mientras que tú y yo caminamos con nuestra lunita creciente de visión en nuestra oscuridad personal
a través de un mundo en el que las decisiones de ser y no ser
se encuentran controladas por la luz
asistidas por las lágrimas y el sueño de la desatención o la muerte.
Soy invisible.
Los amantes atraviesan mi vida para tocarse entre sí,
la lluvia que cae en mí me traspasa como sangre sobre la tierra.
Ninguna cabeza me incluye como conocimiento.
Otorgo libertad a quienes bailan,
a decir la verdad.
Así es. No hay nadie aquí para observar ni escuchar disimuladamente,
y entonces aprendo más de lo que tengo derecho a saber.
Su sorprendente biografía, su lucha con la enfermedad, la pérdida familiar y hasta la intervención del azar que en forma de premio —el Hubert Church Memorial Award— determinó la suspensión de una lobotomía que tenían preparada en el Seacliff Lunatic Asylum, todo en esta mujer es profundamente llamativo.
Busco algún libro suyo de poesía traducido al castellano. Tan solo existe Huesos de jilguero, una antología en la que han colaborado un grupo de traductoras. El libro fue editado en México (Universidad Veracruzana, 2015) y tiene un precio absurdo en Iberlibro.
Me sorprende que esta mujer, cuyo nombre estuvo sonando para el Nobel, no tenga ya traducidos y disponibles sus dos poemarios, The Pocket Mirror y The Goose Bath. Su prosa no es que esté mucho mejor recogida en castellano, pero al menos son muy fáciles de adquirir Un ángel en mi mesa y Hacia otro verano.
***
Y no te olvides de mandar mensajes de ánimo a los enfermos que se mantienen aislados en los hospitales.
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