sábado, 4 de abril de 2020

EL MERCADER DE VENECIA (EL UNIVERSO SHAKESPEARE, 13)

¿Y el judío no tiene ojos, no tiene manos, ni órganos, ni alma, ni sentidos, ni pasiones? ¿No se alimenta de los mismos manjares, no recibe las mismas heridas, no padece las mismas enfermedades y se cura con iguales medicinas, no tiene calor en verano y frío en invierno, lo mismo que el cristiano? Si le pican ¿no sangra? ¿No se ríe si le hacen cosquillas? ¿No se muere si le envenenan? (Shylock, act III, esc 1).

No alcanzo a comprender buena parte de lo que la crítica especializada dice sobre esta obra. Que Antonio tiene un actitud antisemita es algo evidente para cualquier persona nacida después del holacausto nazi; que Graciano a su antisemitismo suma una profunda estupidez, también. Pero nuestra percepción del problema judío no tiene nada que ver con la que tenía la sociedad europea de la época de Shakespeare

Fuente: Wikipedia.
El caso del médico de la reina Isabel I, el doctor Lopez, ahorcado y descuartizado públicamente en 1594 en Inglaterra, tres siglos después de que los judíos fueran expulsados de aquel país, es un caso ejemplar de ese ambiente. Caso, por cierto, que quizá estuvo en el origen de El mercader de Venecia

Leamos como leamos esta obra, tendremos que reconocer que el parlamento Shylock en el acto III es y seguirá siendo una puesta en escena espléndida del reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos casi cuatro siglos antes de la aparición de la Carta de DDHH.

Leamos como leamos la obra, tendremos que reconocer, como ocurre con Julio César, que el personaje más interesante, el que tiene una consistencia verdaderamente humana y el que proporciona todos los matices necesarios para desencadenar la acción, es Shylock, el usurero personaje que cegado por el deseo de venganza va a tener que aguantar todas las consecuencias negativas de una sociedad que marginaba a los judíos.

La grandeza de este personaje, permanentemente equívoco, reside en que es él quien centra la atención y del que nos seguimos acordando después de haber visto o leído la obra. Tal vez no tenga ni la originalidad ni la arrolladora personalidad de Falstaff, pero no podemos imaginar un Mercader sin la apasionada y contradictoria presencia de Shylock. Ni tampoco una denuncia mejor de la hipócrita sociedad veneciana/inglesa de la época.


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Y no te olvides de mandar mensajes de ánimo a los enfermos que se mantienen aislados en los hospitales.

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