Ernestina de Champourcin (1905-1990) perteneció a la Generación del 27 y aunque está muy bien representada y recogida en distintas y variadas ediciones no es una poeta a la que se lea mucho. Tal vez el hecho de que fuera católica y liberal haya influido. Tal vez su poesía religiosa. No lo sé. También María Zambrano militó en el tradicionalismo católico y, sin embargo, su influencia en el terreno poético es aún considerable. Tampoco creo que la "historia de la literatura", como se escribe a veces, se haya olvidado de ella. Ediciones hay y estudios también.
Sea cual sea el motivo por el que carezca de atención, es decir, de lectores, yo quiero destacar estos dos títulos muy bien editados. Del primero, edición bilingüe, es necesario señalar la cuidada labor de traducción al euskera de Rikardo Arregi Diaz de Heredia. Del segundo, el estudio introductorio de Jaime Siles y la amplia selección de la obra que se ofrece. En cualquier caso, hay otros muchos más, como podéis comprobar en el enlace que os he dejado en el párrafo anterior.
Yo os dejo un par de poemas de lo que pueden ser sus dos temas más trabajados y decidís por vuestra cuenta si os animáis a leerla o no. El primero pertenece al título La voz en el viento (1928-1931) y el segundo inicia el poemario Presencia a oscuras (1952).
Voy a a arraigar en ti. Mis fuerzas más oscuras
remueven lentamente la tierra de tu alma.
Quisiera penetrarte y enraizar mi esencia
sobre la carne viva que nutre tu fervor.
Ahondaré en ti mismo y abrasará tu sangre
el fuego de la mía rebelde y soñadora.
Invadido por mí, derribarás la cumbre
que te aleja del cielo.
¿No sientes mis raíces? Tu tallo florecido,
ebrio de sí, eterniza mi cálida fragancia.
¡Irguiéndolo alzarás la copa de mi frente,
hasta volcar su zumo en los labios del sol!
***
No habléis de mí, vosotros que cifráis vuestra dicha
en el afán y el júbilo de algún amor terreno;
¿qué sabéis del poder obsesivo, inmutable,
del dominio absoluto del Dios que llevo dentro?
Vuestros ojos resbalan sobre mí sin captarme.
Sólo advertís la forma tangible de mi cuerpo.
¿Qué sabéis de la llama que quema y no consume,
qué sabéis de mi Dios, del Dios que llevo dentro?
Esa vida aparente, similar a la vuestra,
es tránsito forzoso; es el mismo sendero
que os conduce a la nada y a mí me precipita
en la sima sin fondo del Dios que llevo dentro.
Nadie puede quitármelo; Él es lo único mío,
lo único invulnerable a los celos del viento,
al curso de los astros, al dolor y a la muerte.
Debo mi libertad al Dios que llevo dentro.