El gozo de escribir, el placer de leer
Todos los poemas que aparecen en esta última entrega de L. A. de Cuenca están escritos, según dice él, durante las vacaciones de verano. Son, por tanto, fruto de la escritura gozosa, vacacional, ausente de todo tipo de preocupaciones laborales o académicas (p 15). Y se nota, aunque también hay que decir que desde hace muchos años la escritura que practica el poeta siempre nos ha transmitido un aire gozoso, optimista, relajado y juguetón que tanto se agradece desde el punto de vista del lector. Eso y la "línea clara" que mantiene desde que nos ofreció el magistral La caja de plata en 1985.
Los 85 poemas que contiene este cuaderno están agrupados en ocho apartados y por ellos desfilan todo tipo de temas y de métricas. Bueno, dejémoslo en una gran variedad de temas y de métricas. Pero lo característico del libro no es propiamente la variedad, sino ese aire juguetón, ese mirar la vida desde un punto de vista ligero y ofrecernos siempre mucho humor, también ironía, para quitarle gravedad a lo que ya de por sí pesa. Ejemplar resulta en este sentido Plegaria de la buena muerte (p 25). Y cuando el tema del amor y de la muerte se conjugan, aparecen poemas de una belleza y una intensidad emotiva verdaderamente sorprendentes y muy próximos a los poemas de amor quevedianos.
MEMORIA DE TUS OJOS AL DESPERTAR
Quítame
la guirnalda de tu risa
de encima de la tumba, róbame
el póstumo recuerdo de tus besos,
entrégame a la noche del olvido
total, que es finalmente lo que toca
en esta coyuntura de la muerte,
pero hay algo que nunca lograréis
ni tú ni la tiniebla que me cubre,
y es que me muera sin hacer memoria,
aunque sea un segundo, de la cara
que me ponías al abrir los ojos
cada mañana, de esa cara llena
de vida, de esos ojos iniciándose
en la fiesta del mundo, en la alegría
de existir, y que ahora, al otro lado
del espejo, de alguna forma mágica,
guían mis pasos en la oscuridad.
de encima de la tumba, róbame
el póstumo recuerdo de tus besos,
entrégame a la noche del olvido
total, que es finalmente lo que toca
en esta coyuntura de la muerte,
pero hay algo que nunca lograréis
ni tú ni la tiniebla que me cubre,
y es que me muera sin hacer memoria,
aunque sea un segundo, de la cara
que me ponías al abrir los ojos
cada mañana, de esa cara llena
de vida, de esos ojos iniciándose
en la fiesta del mundo, en la alegría
de existir, y que ahora, al otro lado
del espejo, de alguna forma mágica,
guían mis pasos en la oscuridad.
Si gozosa es la escritura para el poeta, no es menos gozosa la lectura de poemas como este. ¡Bravo por las vacaciones y por los frutos que nos ofrecen!