miércoles, 6 de septiembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Concha Méndez)

Editorial
#unlibrounpoema

Esta sección de los miércoles es hoy casi una excusa para que podáis ver el vídeo de la sesión de homenaje que organizó el Instituto Cervantes a la poeta madrileña de la generación del 27. Es un auténtico placer oír las mil anécdotas que su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre va desgranando a lo largo de la entrevista, y toda una lección antitópicos, de verdad y de elegancia. Incluso cuando Manuel Aznar Soler quiere que diga lo que nunca fue. Un auténtico placer.  

Y ahora sí, un poema. Es el poema que cierra la colección y del que la nieta cuenta el llanto de Cernuda cuando Concha Méndez lo lee:



A MANOLO EN SU IRREMEDIABLE AUSENCIA


1


Fue tan inesperado…

Por camino de luces

te vi marchar un día.

Ibas, sin yo saberlo,

a internarte en las sombras

donde tenue esperanza

me queda de encontrarte.

Pero será aquel niño

que perdimos, tan nuestro,

el que ya de tu mano

llevarás por la gloria.


Os veo a los dos juntos

–él, sus cabellos rubios,

tú, los cabellos canos–

andando por los cielos

como niños perdidos.

Mientras aquí el silencio

en torno, se ha agrandado

y sólo son mis ojos

los que riegan la ausencia.




2. Recuerdo


Te veo tan tranquilo

tú que eras como vértigo;

y los pies en reposo,

que tanto se movieron,

tanto dolor pisaron

por difícil camino.


Tan fuertes vendavales

llevabas en tu pecho

que apenas si podías

sostener tu persona.

Amapolas de sangre

crecían en tu frente

fundiéndose en tus ojos

cuando el llanto asomaba

descubriendo tu vida.

Contra ti te batías

en duelo permanente,

esa lucha contigo

se extendía en tus campos.

Y era un viento de fuera,

también huracanado,

el que te fue envolviendo

como manto de fuego.

Solamente tus manos

trataban de alargarse

para sentir apoyo

en tu cielo estrellado.




3


Él era como niño.

Yo solía decirle:

«No juegues con la muerte».

No escuchaba consejos

y seguía jugando.

Le advertía a menudo:

«Mira por dónde pisas»,

y sus pies se enredaban

mientras miraba el cielo.


En algunos momentos

él se sentía ángel,

se apoyaba en sus alas

y se venía al suelo.

Yo le vi levantarse

malherido mil veces.

Hasta que llegó el día

de caer sin remedio;

ya no pudo su cuerpo

sostenerse en la vida.

Fue el último juego

donde cayó vencido

y tal vez fueron alas

quienes se lo llevaron.




4. Era de noche


¿Será noche sin luna,

o habría una luna clara,

cuando cayó sobre el trigo

como amapola morada?


¿Sería un viento suave

el que acarició su cara,

cuando solo, sin remedio,

tirado y herido estaba?


El campo debió asustarse

Como él asustado estaba

con tanto dolor encima

viendo lo que le pasaba.


¿Cuál fue la primera mano?

¿Cuál la primera mirada

que se le acercó a ayudarle

en aquella hora amarga?




5


Andaremos por siglos

siempre juntos

en el camino de la poesía,

que fue quien nos unió

sin darnos cuenta

un ya lejano

y luminoso día.
 


De esta hermosa antología se encargó de James Valender.



***


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