jueves, 20 de octubre de 2022

OTOÑO DESDE LA GRAN URBE

Para Ana y David.

No solo los bosques de haya se visten de ocres y rojos cuando llega el otoño. También las ciudades pueden alcanzar una belleza otoñal y reflexiva. Y no me refiero a la que podemos hallar en sus parques, jardines botánicos y demás zonas verdes. Incluso una ciudad como Madrid, que puede representar en el imaginario colectivo la antítesis de la belleza natural, lo opuesto al atractivo de la naturaleza —es un tópico conocido que buena parte de su población intenta escaparse de ella cada vez que llega un fin de semana o un período vacacional—, incluso, digo, una urbe de sus características, ofrece esos típicos cielos otoñales en los que recrear la mirada y sosegarla.


 Diría, sí, que la ciudad colabora con sus minúsculas pinceladas luminosas y sus reflejos artificiales a hermosear los alargados minutos del crepúsculo, que en esta época del año se hacen un poco más lentos y mucho más cálidos, como invitando tal vez al recuerdo, dejando entrever que los colores de la sierra de Gredos —esa que se levanta tímida, por lejana, sobre la línea del horizonte—, están un poco más cerca cada vez que anochece sobre la ciudad. 

Ya veis, es bien sencillo disfrutar de la calidez del otoño desde una gran urbe sin nada más que una mirada atenta y amable, y unos perezosos minutos que alarguen el día.

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Путин, немедленно останови войну!

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