Se ha reproducido hasta la saciedad, es cierto. Es una pieza tan conocida que incluso he dudado si traerla hasta aquí. Posiblemente se haya abusado de ella en esos canales de música para dulcificar las esperas o en las recopilaciones de clásicos populares. Sí, todo eso es cierto, pero no quita para que sea posiblemente el mejor canon no canon (más bien es una chacona) de la historia de la música. Como oí una vez en un concierto hace ya muchos años, solo por volver a escuchar esta pieza, merece la pena haber nacido. Tal vez parezca exagerado. A mí me hizo esbozar una sonrisa de complicidad.
Lo curioso del caso Pachelbel es que seguramente nadie que no sea profesional de la música haya oido otra pieza suya. Es uno de esos extraños casos en que todo el genio del compositor brota y se concentra en una sola creación. No es así, el bueno de Johann Pachelbel (1653-1706) fue organista, compuso otras muchas obras e incluso resultó fundamental para el desarrollo del preludio coral y fuga con el que poco después el inmenso Bach realizaría composiciones magníficas para disfrute de los siglos posteriores, pero a él solamente le recordamos por este Canon en re mayor. Eso sí, genial.
Dejaos embargar por la música. Son cinco minutos y medio de auténtica felicidad.
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