domingo, 14 de julio de 2019

MARTA HARNECKER, UN RECUERDO

Me entero gracias a la biblioteca del Koldo Mitxelena de que Marta Harnecker ha muerto este año. El personal de la biblioteca es muy atento para estas cosas y cuando se produce un evento en el ámbito cultural, acuden a su fondo y colocan en lugar visible una estantería con los libros que tienen relación. Para ser correcto, debo decir que la pequeña estantería estaba llena de libros en su momento, pero el público ha ido cogiéndolos. Fui a casa, busqué la noticia y ahí estaba: Fallece Marta Harnecker, autora de Los conceptos elementales del materialismo histórico (Público, 16-6-2019).

Yo no soy marxista ni lo era entonces, hace ya muchos años, cuando leí —estudié, sería más correcto— sus Conceptos elementales, pero a ella y a Lefebvre, les debo mi primer éxito como ponente. Humilde éxito, sin duda, y reducido al ámbito escolar, pero quiero recordarlo aquí como homenaje personal a una autora que me abrió las puertas de la literatura marxista.

Era el último curso de Magisterio y el profe de Filosofía pidió algún voluntario para que "nos haga comprensible la filosofía marxista". La verdad es que era una persona muy agradable que siempre nos engañaba con su falso desconocimiento: "Yo es que no entiendo esto. ¿Alguien me lo podría explicar?" Era su manera de que entráramos al trapo. Podía ser una película, un poema, una escena ocurrida en la calle, cualquier cosa le valía para enardecer nuestra curiosidad y espolear las ganas de saber, aparentemente, más que él. O si no, recurría a comprarnos: "Invito al bocata del recreo a quien me explique la diferencia entre los imperativos categóricos y los hipotéticos".

Con el pensamiento marxista sucedió lo mismo. Lanzó el reto a toda la clase para que en una exposición de tres cuartos de hora —el resto, preguntas— se hiciera la luz sobre el tema y quedaran claros los conceptos elementales de la ideología marxista. Después de dudarlo mucho, yo me ofrecí voluntario, y ante la sorpresa de que nadie más lo hiciera, quedé elegido. Generoso con el tiempo, me ofreció un mes para prepararlo. 

Empecé con Marx: el Manifiesto, los Manuscritos y Miseria de la filosofía. Rápidamente me di cuenta de que aquellos textos no me servían para llegar al objetivo. Y enseguida descubrí el texto de Marta Harnecker, que por aquella época era algo así como el catecismo de quienes querían pertenecer a un partido comunista. En España, clandestinamente; aún vivía Franco y el PC no existía nada más que en las reuniones clandestinas y en las trastiendas de algunas librerías. Poco después, el de Henry Lefebvre

Con esos dos textos y mucha osadía elaboré mi intervención. Extrañamente aplaudida por la fila del fondo de la clase y gratamente premiada por el profesor. Lo de los aplausos lo entendí a la salida, cuando alguien de la fila se me acercó y me invitó a una reunión en Vallecas, donde se iba a hablar, me dijo, "más o menos de las mismas cosas que has hablado tú". Franco vivía y los acercamientos al potencial compañero se hacían de las formas más diversas, siempre discretas.

A Marta Harnecker le debo el haber puesto claridad en unos términos que por aquel entonces me parecían bastante abstrusos y con ello haber seguido leyendo y discutiendo con una parte importante de la historia del pensamiento occidental.

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