Editorial |
Es un texto al que suelo volver con cierta frecuencia. A veces lo consulto, como si se tratara de un ensayo, para ver qué verdad ha muerto este último mes o se encuentra a punto de hacerlo. Siempre que lo releo, doy con algún pensamiento nuevo al que no había prestado atención.
Os dejo aquí algunos ejemplos:
Las peores desgracias son aquellas a las que uno no está acostumbrado.
Biología: somos producto de una herencia... mal repartida.
Mística: lanzarse al agua sin saber nadar. Filosofía: nadar con precisión sin lanzarse al agua. Ciencia: avanzar cerca del borde, con un pie en el agua, y el otro en la orilla.
Cuando des consejos, usa interrogantes y puntos suspensivos...
Las personas muy flexibles se hacen un lío.
Regocijarse en la propia torpeza: hay quien lo denomina autoestima.
La patria se inventó como tablero para el juego del poder.
No veo en la modernidad nada sustancialmente distinto a la antigüedad, salvo este aceleramiento anquilosante.
La estupidez de un individuo, como un diapasón, antes o después encuentra su eco, resuena con otros, forma grupo. (Mío: ¿de WhatsApp?).
Hombres de acción en bata y zapatillas en las trincheras de Internet. La épica actual.
Los escritores clásicos son como el vino añejo; esperan pacientemente a renovarse en un paladar exigente.
El Dios judeocristiano es un dios voyeur; no deja resquicio a la intimidad.
Aunque la publicación tiene ya quince años, no creo que os cueste mucho encontrarla aún en las librerías, al menos, en las del País Vasco. Si os interesa mucho y no os da el dinero, también lo tenéis en google books, aunque no estén disponibles todas las páginas.
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