viernes, 16 de julio de 2021

ELOGIO DE LO COTIDIANO, de Tzvetan Todorov

Ejemplar de la biblioteca del KM
Durante un tiempo los pintores holandeses estuvieron tocados por una gracia —en ningún caso divina o mística— que les permitió superar la maldición que pesaba sobre la materia, alegrarse de la mera existencia de las cosas, hacer que lo ideal y lo real se interpenetrasen, y por lo tanto encontrar el sentido de la vida en la propia vida. No sustituyeron una parte de la existencia, tradicionalmente considerada bella, por otra que ocupara su lugar, sino que descubrieron que la belleza podía impregnar la totalidad de la existencia (pp 100-1).

Nos damos cuenta de que una explicación es buena cuando nos abre las puertas de nuestra propia percepción, amplía nuestro campo de entendimiento y nos ayuda a situarnos cómodamente ante aquello que andaba rebullendo en nuestro interior, pero tal vez no acabábamos de verlo con claridad. En mi caso, después de leer el libro de Todorov, he descubierto por qué me gusta tanto la pintura holandesa del XVII. Comparto absolutamente la idea de que lo verdaderamente importante es lo cotidiano, lo consuetudinario, lo de todos los días, justamente, lo que aparece representado en sus obras.

El libro no es que sea un elogio de lo cotidiano. Es un libro de arte. Concretamente es un libro que explica de manera clara y amena cómo fue posible el desarrollo de este tipo de pintura en los Países Bajos durante el siglo XVII, en qué se sustanció y qué implicaciones tuvo para la pintura europea posterior, más concretamente en el nacimiento del realismo durante el XIX. 

Fuente: Wikioo
Fuente: Wikipedia.
Lo interesante de esta opción —poner el foco de atención sobre las cosas que acontecen todos los días y las personas que las realizan— es que hay una forma de entender la vida y la sociedad. El artista que deja de pintar grandes escenas de la historia, personajes y hechos sacados de la Biblia o abandona la pintura mitológica como forma de aleccionar sobre vicios y virtudes, y se centra en cómo pela una manzana una mujer o en cómo otra corta cebollas mientras nos mira con interés, ha decidido dejar al margen la defensa de verdades absolutas para hablarnos de la importancia de lo que acontece todos los días. Se ha colocado sin aspavientos en el presente, en lo real.

Es cierto —y Todorov nos lo recuerda— que los cuadros están plagados de elementos alegóricos y de gestos que esconden significados. A veces, para entender plenamente lo que se nos quiere trasmitir es necesario recurrir a explicaciones que para los contemporáneos no eran necesarias, pero sí para nosotros. Tal vez no nos demos cuenta de que en la escena de La lección de música no sea precisamente la música lo importante, sino los tanteos del amor, porque ese era el significado alegórico de los instrumentos musicales. Lo mismo que se quería significar con la presencia de perros en la escena, con un as de corazones en el suelo o con el hecho de que alguien ofreciera una copa de vino a otra.

Sea como fuere, tampoco es necesario ser conscientes de todas las sutilezas ni dominar la iconología de la época para percibir que lo que se está celebrando en este tipo de pintura es la vida diaria y que, en general, no hay ningún interés por transmitir conductas morales o ejemplificadoras. Lo que tenemos delante de los ojos es suficiente para comprender que el objetivo es expresar la belleza de la vida tal y cual acontece. Se canta la vida en su transcurrir diario. Ese es el gran logro de los Rembrandt, Hals, Leyster, Dou, Steen, de Hooch, ter BorchVermeer y demás pléyade de brillantes artistas del XVII. Y Todorov lo cuenta magistralmente.

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