miércoles, 14 de julio de 2021

FUENTE, JESÚS MARÍA TANCO

Fuente, Plaza Marugame.

Fuente: Wikiart
Desde que vi una fotografía en un libro de arte contemporáneo del Obelisco roto, de Barnett Newman (1963), me fascinan las obras que aparentan romper las leyes del equilibrio. Es como si la obra que tenemos delante de los ojos nos estuviera diciendo: sí, ya sé que es imposible, pero aquí estoy yo para desdecirlo

La relación del arte con las matemáticas es antigua. Ya el canon de la belleza humana de Policleto venía definido por una relación matemática. Los sólidos platónicos marcaban las directrices de las proporciones que se debían mantener y que daban como resultado la belleza que se manifiesta tanto en la naturaleza como en el arte. 

Supongo que los cálculos para mantener un cubo que se apoya en uno los vértices son muchos y complejos. No sé si las ecuaciones requeridas cumplirán alguno de los criterios de Hardy para definirlas como bellas. En cualquier caso, el resultado visual de la obra es siempre muy atractivo y sorprendente.

La Fuente del arquitecto donostiarra Jesús María Tanco sigue los modelos anteriores de los famosos Alamo —más conocido como El Cubo de Bernard J. Rosenthal (1967), y Cubo rojo de Isamu Noguchi (1968).
                      
El caso es que treinta años después (1995) de que se suavizaran las tendencias de la abstracción geométrica y del minimalismo, y sus modelos pasaran de la vanguardia artística a formar parte del paisaje urbano, Tanco recogió la idea y nos la ofreció como fuente. La pena es que cuando pasé por ahí el agua no circulaba. No le quita belleza al cubo ni le dota de mayor equilibrio, pero los reflejos y texturas que crea la lámina de agua sobre la piedra se pierden.

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