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sábado, 24 de mayo de 2014

DISTINTAS SON LAS NATURALEZAS DE LOS HOMBRES

Distintas son las naturalezas de los hombres,
distinto su carácter;
mas lo que es bueno y recto siempre es claro.
Las crianzas acompañadas de buena educación
conducen en gran medida a la virtud,
y el sentir respeto es sabiduría.
Y el observar lo debido a la luz de la razón
reporta agradecimiento como recompensa
por cuanto la buena fama
aporta una gloria inmarcesible a la existencia.

No son versos de Virgilio ni de Horacio, no lo son de una obra de Shakespeare; tampoco de algún ilustrado francés, ni de cualquier moralista decimonónico. Tienen casi 2500 años y pertenecen a la tragedia Ifigenia en Áulide, obra de Eurípides, uno de los tres grandes maestros de la dramaturgia clásica griega, junto con Esquilo y Sófocles

Venimos expresando las mismas ideas desde que somos capaces de reflexionar y vivimos en comunidad. Eso sí, las decimos ambientadas en circunstancias distintas y las ponemos en boca de personajes diferentes, pero tenemos la misma sed y nos corroen las mismas pasiones. Los clásicos tenían la ventaja de estrenarlas y la fuerza de lo primigenio recorre sus textos.

Aquí tenéis la adaptación que Gustavo Pérez Puig hizo para Estudio 1:


jueves, 21 de mayo de 2015

EURÍPIDES SE MANIFIESTA EN CONTRA DE LA GUERRA

Cuando un pueblo vota la guerra, nadie hace cálculos sobre su propia muerte y suele atribuir a otros esta desgracia, Grecia no perecería jamás enloquecida por las armas. Y eso que todos los hombres conocemos entre dos decisiones —una buena y una mala— cuál es la mejor. Sabemos en qué medida es para los mortales mejor la paz que la guerra. La primera es muy amada de las Musas y enemiga de las Furias, se complace en tener hijos sanos, goza con la abundancia. Pero somos indignos y, despreciando tales bienes, movemos guerras y nos convertimos en esclavos del inferior, como individuos y como Estados.  [verso 481 y sigs]

Más adelante:  Miserables mortales, ¿por qué tenéis armas y os matáis mutuamente?  Deteneos, que alejados de la guerra conservaréis en paz vuestras ciudades con ciudadanos pacíficos. Poca cosa es la vida y es preciso recorrerla hasta el final con la mayor tranquilidad posible y lejos de la desgracia.  [v. 950 y sigs] Suplicantes, Traducción de J.L. Calvo Martínez.


La filosofía clásica nos enseñó a pensar; la literatura, además, nos mostró el camino de la racionalidad porque puso escenas y sentimientos a la abstracción. En ella seguimos viendo el nacimiento de lo humano. Independientemente del aparejo técnico, la literatura clásica lo es porque en ella sigue estando lo sustancial de nuestros deseos, nuestros miedos y nuestras aspiraciones.

martes, 27 de diciembre de 2022

MEDÚSEA, HILDA DOOLITTLE

Ejemplar del KM

HELENA

Toda Grecia odia
los ojos inmóviles en el rostro blanco,
el brillo como de olivas
donde ella se alza,
y las manos blancas.

Toda Grecia injuria
el rostro pálido cuando ella sonríe,
odiándolo más profundamente 
aún
cuando se vuelve más palido y blanco,
recordando pasados encantos
y pasados
 males.

Grecia mira impasible,
a la hija de Dios, nacida del amor,
la bella de pies fríos
las más esbeltas rodillas,
sí podría amar a la doncella
sólo si ella yaciera,
ceniza blanca entre cipreses fúnebres.
 
(Traducción: Adriana Murad Konings).


Compruebo, una vez más, que la Grecia clásica es un territorio al que continuamente acudimos y del que seguimos extrayendo alimento espiritual. 

La reciente publicación de Medúsea recoge la obra poética primera de Hilda Doolittle (1886-1961), es decir, los poemas que la autora preparó en 1925 para ser publicados, y que son, aunque no solo, una lectura sugestiva y muy original sobre buena parte de las pulsiones, mitos, deseos y miradas del siempre sugerente y seminal escenario griego. Además de la obra poética de aquella época, también están recogidos dos breves ensayos: Notas sobre pensamiento y visión (1919) y La sabia Safo (c. 1916-18). 

Para situar rápidamente a H. D. —esta será su firma desde que Ezra Pound envió un poema de ella con esas iniciales a Harriet Monroe para que lo publicara en la revista Poetry: A Magazine of Verse— es necesario decir que nació en Pensilvania, que allí conoció a Pound, con quien tuvo un romance que duró hasta que este se fue a Europa. Luego se volverían a encontrar en Londres, donde conoció a Richard Aldington, otro poeta imagista, con quien estuvo unida un breve tiempo. Los primeros años del siglo XX son los años en que triunfa ese movimiento literario. Claramente imagista es este poema recogido en esta edición y modelo del estilo:

ORÉADE

Remolinea, mar—
arremolina tus agudos pinos,
salpica tus grandes pinos
contra nuestras rocas,
lanza tus verdes sobre nosotros,
cúbrenos con tus piscinas de abetos.

(Traducción: Iago Fernádez).

Pero más allá de las caracteríscas propias del movimiento imagista (a las que responde esta poesía primera de H. D.) a mí me ha interesado la relectura que la poeta realiza de los elementos culturales de la grecia clásica, comenzando por la mitología y terminando en la creación literaria, donde tanta importancia tuvieron para ella las obras de Eurípides y la poesía de Safo, interés, tal vez, al que no es ajeno la relación, más estable que las anteriores, con Annie Winifred Ellerman, más conocida por el seudónimo de Bryher.

Sea como fuere la historia personal y el peso que esta pudo tener en la obra, lo que hay que hacer es disfrutar de la obra que H. D. nos dejó escrita —soberbio el poema "Eurídice", pp 99-104—. 


LEDA

Donde el lento 
río
se encuentra con la marea,
un cisne rojo eleva rojas
 alas
y su pico oscuro,
y bajo el color púrpura
de su pecho mullido
desenrolla sus patas de coral.

Por el púrpura intenso
del calor que agoniza
del sol y de la niebla,
el resplandor horizontal del sol
ha acariciado
el lirio del 
oscuro pecho, 
y ha salpicado con sus rayos de oro
su penacho dorado.

Allí donde despacio
sube la marea,
y se adentra en el río
y se deja llevar
entre las cañas,
y alza banderas gualdas,
ahí flota él:
donde el río encuentra la marea.

Ah, soberano 
beso
sin remordimientos
ni recuerdos antiguos
que empañen la alegría;
donde es bajo y ancho el corocillo,
la azucena dorada
se abre y descansa
bajo el
 suave aleteo
de las alas del cisne
del cálido temblor
del pecho del cisne rojo.

(Traducción: Claudia González Caparrós).

***


martes, 24 de octubre de 2023

LA GRECIA ANTIGUA CONTRA LA VIOLENCIA, Jacqueline de Romilly

Ejemplar de la biblioteca de Okendo
He llegado a este libro gracias al programa de Mercedes Menchero, Música y pensamiento. Aunque no sabía nada de la autora, sí, en cambio, de la casi totalidad de los textos que cita y en los que se apoya para construir su tesis, que básicamente es que la antigua sociedad ateniense, la del siglo de Pericles, era, posiblemente, menos violenta que la nuestra, al menos ante ciertas circunstancias y con respecto a ciertos casos.

Echar un vistazo a las cifras produce vértigo. Vértigo y espanto. Tan solo el siglo que dejamos atrás hace unos años arroja las cifras más escalofriantes en número de muertes a causa de las guerras que se haya registrado en cualquier otra época. Y las hay francamente violentas. 

Pero la belleza del libro, en mi opinión, no está en la defensa de la racionalidad y la sensibilidad de la Grecia clásica y sus textos, ya sean de poetas, dramaturgos o filósofos. Yo creo que su mayor atractivo reside en la clara invitación a leerlos. De hecho, de Romilly es consciente de este efecto cuando escribe: Si su mensaje constituye un argumento para que la lectura de los autores griegos se difunda más en nuestras instituciones educativas, o más bien deje de estar en ellas prácticamente prohibida, no sería ya poco logro (p 28).

¿Alguien puede no sentirse atraído hacia la lectura de la Orestíada, magnífica e inolvidable trilogía de Esquilo, después de leer, por ejemplo, no podríamos imaginar, pues, una obra más completamente dominada, hasta en sus más ínfimos detalles, por este gran deseo de reemplazar la violencia por la justicia y el apaciguamiento. Ése es el verdadero tema de la trilogía, y se comprende entonces por qué esta idea maestra acarreaba, en las dos primeras obras, la presencia de un desencadenamiento excepcional de violencia. Si esta violencia está ahí es para ser condenada, para ser superada. Y la obra se despliega como una brillante demostración (p 38)?

No voy a volver a citar las palabras que ya cité de Adrasto (Las suplicantes, Eurípides), aunque ellas solas serían motivo suficiente para despertar la curiosidad de quien no haya leído la obra, pero citaré estas otras: Cuando las leyes están escritas, tanto el pobre como el rico tienen una justicia igualitaria. El débil puede contestar al poderoso con las mismas palabras si le insulta; vence el inferior al superior si tiene a su lado la justicia (vv 433-6).

Y qué decir de Tucídides y el famosísimo discurso de Pericles. Tenía yo 16 años cuando corrí a localizar una Historia de la Guerra del Peloponeso para poder saborear en todo su contexto aquellas palabras que tanto impacto me causaron. Quería saberlo todo de Pericles, de la guerra esa, del contexto en que se produjo y de los personajes que entonces vivían. 

O cómo demorar la lectura del Critón después de que el profesor de griego nos hablara de la respuesta de Sócrates a su amigo para rechazar la fuga que se le ofrecía. Imposible, era necesario devorar todas y cada una de las palabras.
 
Yo también estoy convencido, como lo está de Romilly, de que no es la literatura el primer remedio contra la violencia. Tampoco es el más eficaz. Grandes lectores y conocedores de la mejor literatura ha habido y, sin embargo, han sido grandes agresores de la humanidad y sus derechos. No obstante, y considerada en general, la gran literatura supone una gran ayuda en nuestra formación como personas mejores y más tolerantes. Y no solo puede ofrecernos ayuda en ese terreno, sino que, además, nos regala un gran placer, el placer de la buena lectura. 

Dejo el audio del programa por si acaso. 


***


miércoles, 27 de mayo de 2015

LA GRECIA ANTIGUA CONTRA LA VIOLENCIA, de Jacqueline de Romilly

La literatura clásica grecorromana me atrae especialmente y, por contagio, todo cuanto tenga que ver con ella. Si además el texto se refiere a uno de los temas por los que siento debilidad, comprenderéis por qué no pude cederme a este título en cuanto lo vi en la biblioteca. 

El libro está organizado en tres capítulos: La violencia y la tragedia, Violencia divina y benignidad humana y Violencias cotidianas: ¿qué recursos oponerles? Consta, además, de una larga introducción y una interesante conclusión sobre la violencia y la belleza.

La tesis central de la autora es que la violencia que aparece en la literatura clásica griega está allí para ser objeto de denuncia, ejemplo que sirva de enseñanza y reflexión sobre el mal. Es una violencia condenada. Es, pues, una idea distinta a la que mantenía Aristóteles: la tragedia como catársis, como purga de pasiones y, por tanto, de la violencia que generan dichas pasiones.

Jacqueline de Romilly se dedica con insistencia a demostrar su tesis y para ello recurre a múltiples y variados ejemplos; recorre las obras de Esquilo, de Sófocles y de Eurípides; entresaca decenas de citas que caminan en la misma dirección; pone todos sus conocimientos a trabajar —que son muchos— y consigue hacernos ver que, efectivamente, la violencia en la literatura griega no es gratuita.

Y ésa es la segunda tesis de la académica francesa: Mientras que nuestras costumbres modernas, sometidas al cine o a la televisión, nos confrontan con el espectáculo de la violencia en plena acción, la tragedia evita hacerlo. En la Antigua Grecia el espectador acudía a un teatro en donde, a través de la historia, se le ayudaba a reflexionar sobre las consecuencias de la violencia; en la actualidad, por el contrario, se nos ofrece de manera gratuita, o incluso peor: como elemento constituyente y central del mismo.

A partir de esta reflexión desencadena otras cuantas más sobre el mundo actual y nuestro comportamiento cotidiano, lo que aporta un doble atractivo al título, pues es al mismo tiempo un texto académico sobre la literatura griega clásica y una denuncia de alguno de los males que aquejan a la sociedad contemporánea.

jueves, 19 de octubre de 2023

REGALOS DEL DÍA (diario de un epicúreo agradecido), 6

Todos los días sale el sol

A decir verdad, son muchos los regalos que tengo casi olvidados y hoy, al recibir el que figura en último lugar, me he sonrojado un poco por mi ejercicio de ingratitud 😳. Así que he cogido algunos y los he sacado a la plaza, a ver si con ello me pueden perdonar mi descastado comportamiento.

Como véis, casi siempre es la naturaleza la que se encarga de ofrecerme sus pequeñas o grandes sorpresas para recordarme que la vida es, a pesar de todos cuantos males y sufrimientos nos rodeen, admirable y maravillosa y siempre ofrece algún motivo con el que deleitarnos, aunque solamente sea un momento.

Amaryllis belladonna

Sorprendente y admirable es que una avispa, aunque sea la asiática, amanezca de visita en la baldosa del balcón y se deje fotografiar (el teléfono a tan solo dos escasos centímetros de distancia para obtener esta imagen). 

—¡Buenos días, hermana avispa!

Yo también creo que una avispa no es menos que el trabajo realizado por la estrellas y que es igualmente perfecta, y que debería ser milagro suficiente para hacer vacilar a sextillones de incrédulos

Vespa velutina nigrithorax

Y más sorpendente y admirable aun me parece que un buen día aparezca en la habitación de un piso de ciudad una mariposa colibrí y se empeñe en desentrañar el nombre escrito en japonés. Ella no creo que llegara a descifrar el significado, como yo tampoco llegué a poder fotografiarla ni regularmente bien, dado el frenético movimiento que se traía. Al cabo de una docena de intentos, por su parte y por la mía, la invité a que buscara territorios más favorables a sus propios intereses abriendo de par en par la ventana.

Creo que me lo agradeció.

Macroglossum stellatarum

Este hongo, o seta, o amanita, u hogar de gnomos, me pareció precioso en su ordenada geometría, y sorprendente porque había surgido en uno de esos micro jardincillos de una casa de vecinos. Como no soy recolector (me gusta probar, si tengo hambre, lo que la naturaleza me ofrece de manera espontánea, pero nunca recojo para llevar a casa), me agaché, hice la foto y ahí se quedó todo. Posteriormente, en el ordenador, he visto los dos individuos que paseaban por ella. Eso, desde mi punto de vista, hace más hermoso el hongo, porque a su hermosa y esencial arquitectura le ofrece un plus de vitalidad y nos recuerda que todos los seres vivos mantenemos una relación estrecha y compartimos una misma sustancia.


Pero ya se acerca la noche y aparecen nuevamente los dorados colores que a los seres humanos nos aproximan el momento del descanso y el recogimiento. El cielo se acicala de sosiego y yo vuelvo a casa con la mirada serena y agradecida. 


Ya recogido, es Eurípides el que me hace el último regalo por medio de Adrasto, quien me susurra desde una página de Las suplicantes:
Miserables mortales, ¿por qué tenéis armas y os matáis mutuamente? Deteneos, que alejados de la guerra conservaréis en paz vuestras ciudades con ciudadanos pacíficos. Poca cosa es la vida y es preciso recorrerla hasta el final con la mayor tranquilidad posible y lejos de la desgracia (verso 950 y ss).

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