Ejemplar de la biblioteca de Okendo |
Echar un vistazo a las cifras produce vértigo. Vértigo y espanto. Tan solo el siglo que dejamos atrás hace unos años arroja las cifras más escalofriantes en número de muertes a causa de las guerras que se haya registrado en cualquier otra época. Y las hay francamente violentas.
Pero la belleza del libro, en mi opinión, no está en la defensa de la racionalidad y la sensibilidad de la Grecia clásica y sus textos, ya sean de poetas, dramaturgos o filósofos. Yo creo que su mayor atractivo reside en la clara invitación a leerlos. De hecho, de Romilly es consciente de este efecto cuando escribe: Si su mensaje constituye un argumento para que la lectura de los autores griegos se difunda más en nuestras instituciones educativas, o más bien deje de estar en ellas prácticamente prohibida, no sería ya poco logro (p 28).
¿Alguien puede no sentirse atraído hacia la lectura de la Orestíada, magnífica e inolvidable trilogía de Esquilo, después de leer, por ejemplo, no podríamos imaginar, pues, una obra más completamente dominada, hasta en sus más ínfimos detalles, por este gran deseo de reemplazar la violencia por la justicia y el apaciguamiento. Ése es el verdadero tema de la trilogía, y se comprende entonces por qué esta idea maestra acarreaba, en las dos primeras obras, la presencia de un desencadenamiento excepcional de violencia. Si esta violencia está ahí es para ser condenada, para ser superada. Y la obra se despliega como una brillante demostración (p 38)?
No voy a volver a citar las palabras que ya cité de Adrasto (Las suplicantes, Eurípides), aunque ellas solas serían motivo suficiente para despertar la curiosidad de quien no haya leído la obra, pero citaré estas otras: Cuando las leyes están escritas, tanto el pobre como el rico tienen una justicia igualitaria. El débil puede contestar al poderoso con las mismas palabras si le insulta; vence el inferior al superior si tiene a su lado la justicia (vv 433-6).
Y qué decir de Tucídides y el famosísimo discurso de Pericles. Tenía yo 16 años cuando corrí a localizar una Historia de la Guerra del Peloponeso para poder saborear en todo su contexto aquellas palabras que tanto impacto me causaron. Quería saberlo todo de Pericles, de la guerra esa, del contexto en que se produjo y de los personajes que entonces vivían.
O cómo demorar la lectura del Critón después de que el profesor de griego nos hablara de la respuesta de Sócrates a su amigo para rechazar la fuga que se le ofrecía. Imposible, era necesario devorar todas y cada una de las palabras.
Yo también estoy convencido, como lo está de Romilly, de que no es la literatura el primer remedio contra la violencia. Tampoco es el más eficaz. Grandes lectores y conocedores de la mejor literatura ha habido y, sin embargo, han sido grandes agresores de la humanidad y sus derechos. No obstante, y considerada en general, la gran literatura supone una gran ayuda en nuestra formación como personas mejores y más tolerantes. Y no solo puede ofrecernos ayuda en ese terreno, sino que, además, nos regala un gran placer, el placer de la buena lectura.
Dejo el audio del programa por si acaso.
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