martes, 27 de diciembre de 2022

MEDÚSEA, HILDA DOOLITTLE

Ejemplar del KM

HELENA

Toda Grecia odia
los ojos inmóviles en el rostro blanco,
el brillo como de olivas
donde ella se alza,
y las manos blancas.

Toda Grecia injuria
el rostro pálido cuando ella sonríe,
odiándolo más profundamente 
aún
cuando se vuelve más palido y blanco,
recordando pasados encantos
y pasados
 males.

Grecia mira impasible,
a la hija de Dios, nacida del amor,
la bella de pies fríos
las más esbeltas rodillas,
sí podría amar a la doncella
sólo si ella yaciera,
ceniza blanca entre cipreses fúnebres.
 
(Traducción: Adriana Murad Konings).


Compruebo, una vez más, que la Grecia clásica es un territorio al que continuamente acudimos y del que seguimos extrayendo alimento espiritual. 

La reciente publicación de Medúsea recoge la obra poética primera de Hilda Doolittle (1886-1961), es decir, los poemas que la autora preparó en 1925 para ser publicados, y que son, aunque no solo, una lectura sugestiva y muy original sobre buena parte de las pulsiones, mitos, deseos y miradas del siempre sugerente y seminal escenario griego. Además de la obra poética de aquella época, también están recogidos dos breves ensayos: Notas sobre pensamiento y visión (1919) y La sabia Safo (c. 1916-18). 

Para situar rápidamente a H. D. —esta será su firma desde que Ezra Pound envió un poema de ella con esas iniciales a Harriet Monroe para que lo publicara en la revista Poetry: A Magazine of Verse— es necesario decir que nació en Pensilvania, que allí conoció a Pound, con quien tuvo un romance que duró hasta que este se fue a Europa. Luego se volverían a encontrar en Londres, donde conoció a Richard Aldington, otro poeta imagista, con quien estuvo unida un breve tiempo. Los primeros años del siglo XX son los años en que triunfa ese movimiento literario. Claramente imagista es este poema recogido en esta edición y modelo del estilo:

ORÉADE

Remolinea, mar—
arremolina tus agudos pinos,
salpica tus grandes pinos
contra nuestras rocas,
lanza tus verdes sobre nosotros,
cúbrenos con tus piscinas de abetos.

(Traducción: Iago Fernádez).

Pero más allá de las caracteríscas propias del movimiento imagista (a las que responde esta poesía primera de H. D.) a mí me ha interesado la relectura que la poeta realiza de los elementos culturales de la grecia clásica, comenzando por la mitología y terminando en la creación literaria, donde tanta importancia tuvieron para ella las obras de Eurípides y la poesía de Safo, interés, tal vez, al que no es ajeno la relación, más estable que las anteriores, con Annie Winifred Ellerman, más conocida por el seudónimo de Bryher.

Sea como fuere la historia personal y el peso que esta pudo tener en la obra, lo que hay que hacer es disfrutar de la obra que H. D. nos dejó escrita —soberbio el poema "Eurídice", pp 99-104—. 


LEDA

Donde el lento 
río
se encuentra con la marea,
un cisne rojo eleva rojas
 alas
y su pico oscuro,
y bajo el color púrpura
de su pecho mullido
desenrolla sus patas de coral.

Por el púrpura intenso
del calor que agoniza
del sol y de la niebla,
el resplandor horizontal del sol
ha acariciado
el lirio del 
oscuro pecho, 
y ha salpicado con sus rayos de oro
su penacho dorado.

Allí donde despacio
sube la marea,
y se adentra en el río
y se deja llevar
entre las cañas,
y alza banderas gualdas,
ahí flota él:
donde el río encuentra la marea.

Ah, soberano 
beso
sin remordimientos
ni recuerdos antiguos
que empañen la alegría;
donde es bajo y ancho el corocillo,
la azucena dorada
se abre y descansa
bajo el
 suave aleteo
de las alas del cisne
del cálido temblor
del pecho del cisne rojo.

(Traducción: Claudia González Caparrós).

***


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