Todos los días sale el sol |
A decir verdad, son muchos los regalos que tengo casi olvidados y hoy, al recibir el que figura en último lugar, me he sonrojado un poco por mi ejercicio de ingratitud 😳. Así que he cogido algunos y los he sacado a la plaza, a ver si con ello me pueden perdonar mi descastado comportamiento.
Como véis, casi siempre es la naturaleza la que se encarga de ofrecerme sus pequeñas o grandes sorpresas para recordarme que la vida es, a pesar de todos cuantos males y sufrimientos nos rodeen, admirable y maravillosa y siempre ofrece algún motivo con el que deleitarnos, aunque solamente sea un momento.
Sorprendente y admirable es que una avispa, aunque sea la asiática, amanezca de visita en la baldosa del balcón y se deje fotografiar (el teléfono a tan solo dos escasos centímetros de distancia para obtener esta imagen).
—¡Buenos días, hermana avispa!
Yo también creo que una avispa no es menos que el trabajo realizado por la estrellas y que es igualmente perfecta, y que debería ser milagro suficiente para hacer vacilar a sextillones de incrédulos.
Vespa velutina nigrithorax |
Y más sorpendente y admirable aun me parece que un buen día aparezca en la habitación de un piso de ciudad una mariposa colibrí y se empeñe en desentrañar el nombre escrito en japonés. Ella no creo que llegara a descifrar el significado, como yo tampoco llegué a poder fotografiarla ni regularmente bien, dado el frenético movimiento que se traía. Al cabo de una docena de intentos, por su parte y por la mía, la invité a que buscara territorios más favorables a sus propios intereses abriendo de par en par la ventana.
Creo que me lo agradeció.
Macroglossum stellatarum |
Este hongo, o seta, o amanita, u hogar de gnomos, me pareció precioso en su ordenada geometría, y sorprendente porque había surgido en uno de esos micro jardincillos de una casa de vecinos. Como no soy recolector (me gusta probar, si tengo hambre, lo que la naturaleza me ofrece de manera espontánea, pero nunca recojo para llevar a casa), me agaché, hice la foto y ahí se quedó todo. Posteriormente, en el ordenador, he visto los dos individuos que paseaban por ella. Eso, desde mi punto de vista, hace más hermoso el hongo, porque a su hermosa y esencial arquitectura le ofrece un plus de vitalidad y nos recuerda que todos los seres vivos mantenemos una relación estrecha y compartimos una misma sustancia.
Pero ya se acerca la noche y aparecen nuevamente los dorados colores que a los seres humanos nos aproximan el momento del descanso y el recogimiento. El cielo se acicala de sosiego y yo vuelvo a casa con la mirada serena y agradecida.
Ya recogido, es Eurípides el que me hace el último regalo por medio de Adrasto, quien me susurra desde una página de Las suplicantes:
Miserables mortales, ¿por qué tenéis armas y os matáis mutuamente? Deteneos, que alejados de la guerra conservaréis en paz vuestras ciudades con ciudadanos pacíficos. Poca cosa es la vida y es preciso recorrerla hasta el final con la mayor tranquilidad posible y lejos de la desgracia (verso 950 y ss).***
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