Traducción: Pedro Bádenas de la Peña Introducción: Carlos García Gual |
Por supuesto, no voy a pedir que las Fábulas se conviertan en libro preceptivo como lo fue durante los siglos XV y XVI en las universidades europeas, que aunque Montaigne ya nos advirtió de que no porque sepamos más cosas ahora que las generaciones precedentes, somos por eso mejores personas. Ni se trata de mirar hacia atrás ni de obligar a nadie a leer clásicos. Se trata de disfrutar en ese largo y fructífero diálogo de influencias, referencias y tradiciones que es nuestra gran literatura, la que poco o nada tiene que ver con el hiperdesarrollado mundo de la cultura de supermercado y, en consecuencia, saber diferenciar.
Posiblmente, uno de los aspectos más interesantes de estas breves historias que transcurren generalmente entre animales, pero no siempre, sea la capacidad que tienen para expresar pequeñas y cotidianas verdades que puestas en la acción y en las palabras de esos animales podemos digerir con facilidad e incluso nos resultan agradables. Como un juego inocente y divertido. Por eso resultan tan populares.
EL LABRADOR Y LA SERPIENTE
Una serpiente que se deslizó en la morada de un labrador mató a su hijo. Aquel, presa de un terrible dolor, tomó un hacha y fue a ponerse al acecho ante su nido para atacarla tan pronto como saliera. Al asomar la serpiente la cabeza, descargó un hachazo, pero falló y partió una piedra que había al lado. Temeroso de lo que pudiera pasar después, le pidió que se reconciliara con él. Dijo la serpiente: "Ni yo puedo estar a bien contigo viendo la piedra partida ni tú conmigo contemplando la tumba de tu hijo".
La fábula muestra que los grandes odios no tienen una reconciliación fácil.
EL LOBO Y LA OVEJA
Un lobo harto de comida vio una oveja echada en el suelo. Al darse cuenta de que se había dejado car por miedo, se acercó y la tranquilizó diciendo que si le contaba tres cosas que fueran verdad la dejaría marchar. Entonces la oveja empezó diciendo primero, que no habría querido encontrárselo; en segundo lugar, que si el destino se lo hubiera concedido, preferiría habérselo encontrado ciego, y, en tercer lugar, dijo: "¡Así perezcáis de mala manera todos, malditos lobos!, que sin haber sufrido mal alguno de nuestra parte la guerra nos hacéis con maldad". El lobo, entonces, comprendió que le había dicho la verdad y la dejó marchar.
La fábula muestra que en muchas ocasiones la verdad surte efecto, incluso entre los enemigos.
LAS DOS ALFORJAS
Prometeo cuando modeló a los hombres les colgó dos alforjas, una con los defectos ajenos y otra con los propios; la de los ajenos la puso delante y la otra la colgó detrás. Desde entonces ocurrió que los hombres ven de entrada los defectos de los demás mientras que no distinguen los suyos propios.
Podría aplicarse esta fábula al hombre impertinente que, ciego en sus propios asuntos, se cuida de los que en nada le conciernen.
Ya véis, no son verdades con mayúsculas, no son grandes enseñanzas acerca del ser y de la nada. Son pequeñas historietas para manejarnos en la vida cotidiana, algunas de las cuales resuenan, eso sí, en otras grandes historias. Son algo así como la guía iconográfica para reconocer escenas más o menos familiares a las que no acabamos de poner nombre.
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