lunes, 3 de junio de 2024

LITERATURA Y ENTRETENIMIENTO

Editorial

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 No es necesario ser un lince para darse cuenta de que hay una enorme diferencia entre unos libros que están escritos para que pasemos un buen rato leyéndolos, sean del género que sean, si bien generalmente son textos narrativos, y otros que, además de entretenimiento, nos ofrecen mucho más, incluso nos exigen mucho más. Los primeros sirven para pasar el rato; los segundos nos dan una visión del mundo, es decir, nos enseñan a descubrir aspectos de la realidad o de nosotros mismos. Estos son los que forman parte de la historia de la literatura. Los otros no van más allá de ser un producto comercial, que pueden estar incluso muy bien escritos, pero que nunca formarán parte de la historia colectiva de la humanidad. 

Ya sé que esta no es una idea novedosa, aunque de vez en cuando sea necesario recordarla para no caer en la falacia de pensar que Murasaki, Cervantes, Austen o Flaubert son equivalentes a algunos de los muchos nombres que llenan los espacios de muchas librerías en la actualidad o firman libros en alguna feria. Está muy bien vender libros y ganarse la vida escribiendo, pero conviene diferenciar entre lo que es actividad mercantil y actividad intelectual, aunque en ocasiones se den las dos al mismo tiempo.

En el libro de Gomá podemos leer: Llamamos artistas a quienes, por una inspiración misteriosa, completan con la imaginación las cuarenta piezas que faltan a la experiencia y, como si ya estuvieran colocadas las cincuenta del total, son conmovidos por la visión resultante, que ensambla la pluralidad desordenada de los fragmentos y les da por primera vez unidad de sentido. Y más adelante: Escritos a secas es aquella persona que ha aprendido el oficio de poner una palabra después de la otra y componer con ellas un texto, mientras que poeta es aquel escritor con vocación cuyo texto, además de bien redactado, plasma la imagen del mundo que ha conocido en el curso de la visión. 

En el breve ensayo de Rorty, el primero de los que aparecen recogidos en el libro de Kairós (Filósofos, novelistas y comparaciones interculturales: Heidegger, Kundera y dickens) se va más allá y se defiende la idea de que podemos apreciar mucho mejor la visión del mundo y la transmisión de ideas a través del trabajo de los poetas que de los profesionales encargados de la tarea, es decir, de los filósofos. Para eso inicia su argumentación apoyándose en una cita de Kundera a través de la cual podemos entender que para comprender en qué fallaron las expectativas de la Ilustración, no es a Horkheimer Adorno a quienes debemos leer, sino a Flaubert. Quien lo dice es un filósofo, no un poeta.

Lo que quiero destacar con este par de citas es que la Literatura (es decir, la que hacen los poetas; no la que practican quienes tienen por oficio escribir), además de ser una fuente inagotable de placeres estético-intelectuales, es, y ahí reside la diferencia sustancial, una inmensa lección de humanidad donde aprender del mundo y sus problemas, de lo que somos y nos configura, de lo que nos rodea y de cómo afrontarlo. La Literatura, en definitiva, nos descubre el placer de encontrarnos y reconocernos. 

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